Sobre lo de ser una misma

Con todo esto de la putainfertilidad (igual a partir de ahora junto las palabras para siempre), a veces se me olvida totalmente ser yo misma. Lo he pensado hoy que el camarero me ha puesto a traición cafeína en el café teóricamente descafeinado y he recordado a mi yo de hace un año: histérica, desbordada, hiperactiva, constantemente atacada y de lado a lado. He pensado que mi nuevo yo, mucho más calmado y maduro, es mejor y es más feliz aunque ya no se apasione por nada.

Luego he salido a comer y me he reído. Me he reído, joder. A aveces me cuesta un montón recordar cuándo fue la última vez que me reí, que disfruté tanto de algo. Entre el curro y las excusas (como cuando no podía quedar para tomarme una cerveza porque era la Happy-Puregón-Hour) se me olvida ser persona y se me olvida ser feliz.

Ayer le pregunté al V (recuerdo, a.k.a. mi marido) si había disfrutado algún momento en todo este proceso y los dos nos quedamos mirándonos con cara de tontos. Creo que solo fui feliz de verdad un día cuando me llamaron del laboratorio y casualmente él estaba de vacaciones y estaba conmigo. Aquel día me ilusioné un montón, nos fuimos a comer y nos tomamos una botella de vino blanco porque nos la mereciámos. Desde entonces, todo se ha difuminado un poco porque todo pesa demasiado.

Yo me di cuenta de que me había hecho mayor cuando la vida se convirtió en una sucesión de días en los que siento que tengo muchas cosas que perder y pocas que ganar. Eso me flipaba de mi yo veinteañero: me plantaba en una avión, me iba a vivir a otro país y me la soplaba todo. Ahora, casi con 40, todo acojona mucho más. Nos arrugamos física y mentalmente, vaya mierda.

Pero hoy me he reído un rato, he vuelto a ser yo, aunque fuera durante cinco minutos.

Himno de la Costa Brava.