Si vestir durante el embarazo ya fue una tortura, tener que comprar ropa para dar el pecho durante los meses de invierno ni os cuento. Para mí, la ropa de lactancia es cara y fea… Así, directamente. Por tanto, tuve que buscar alternativas para no arruinarme y no ir vestida como si fuera mi abuela o como si siguiera embarazada.
La primera idea que tuve fue comprarme vestidos camiseros. Me fui a Zara y me compré tres vestidos que se podían abrir como una camisa y que no me hacían extraordinariamente bajita ni champiñón. Los uso cuando tengo que salir, por ejemplo, a reuniones y tengo al niño cerca. Si Vampirito no está cerca, aprovecho para usar mis vestidos ‘normales’ que están desterrados en el fondo del armario.
Si los vestidos camiseros eran buena opción, las camisas también tenían que serlo. Me compré un par de camisetas de lactancia de tirantes en H&M para llevarlas debajo de los de las camisas pero me resultaban incómodas y además me picaban en el pecho. Lo peor de las camisas era que me hacían más bajita todavía por una mezcla entre la propia caída y mi pecho, que si ya era grande antes de la lactancia ni os cuento a los pocos días de nacer Vampirito. Ahora es otra cosa, pero no las uso demasiado.
De ahí pasamos a la tercera opción, que es la que estoy utilizando en estos momentos: imitar las camisetas de lactancia con ropa normal. Para eso me fui a Primark y me compré como 10 camisetas (2,5€ cada una) de tirantes de una talla más de la mía en negro, blanco y gris jaspeado. Compré tantas porque nunca sabes cuándo te van a vomitar la toma encima. Después, me fui a las tiendas de siempre y me compré varias camisetas de algodón medio anchas y vomitables (el concepto vomitable lo debería desarrollar en profundidad, I know, pero un primer criterio es que no cuesten más de 15€). Así que lo que hago ahora es llevar una camiseta de tirantes siempre como camiseta interior y encima llevo camiseta un poquito más ancha, así la levanto y saco el pecho por el escote de la camiseta de tirantes. La ventaja de este sistema es que no se me congela la tripa cuando me levanto la camiseta de arriba para dar el pecho y que tampoco voy por ahí enseñando mi flacidez.
En realidad yo nunca he sido de ir con camisetas demasiado anchas porque tengo mucho pecho y parezco un champiñón, pero durante el embarazo ya las usé y ahora hasta me gusta. Eso sí, ayuda bastante el hecho de que haya recuperado enseguida me peso y pueda llevar vaqueros muy estrechos porque si no parecería Don Pimpón. La maternidad ha cambiado completamente mi forma de vestir y el concepto de lo que es necesario y lo que no: ya nunca me pongo tacones (ahora con la vuelta al curro veremos…) y hay mucha ropa que ni recuerdo que tengo porque no me resulta cómoda. Y sobre todo, me estoy haciendo chandalista.