No sé si había tenido tanto miedo antes de estar embarazada. Este verano pasé miedo con la operación, estaba aterrada, pero era otro tipo de miedo. Por supuesto, si iba mal era una puta catástrofe y fue una suerte no saber lo que tenía hasta que dejé de tenerlo, eso hizo que sufriera menos. Ignorance is bliss.
Pero ahora vivo el embarazo con auténtico miedo, con la sensación de que solo voy a tener esta oportunidad para ser madre y que, si ahora se jode, nunca volveré a llegar a donde estoy porque la cadena de fortuna ha sido tal que es imposible que se repita. Eso me recuerda a ver Sweet Home Alabama en el Plus un día de resaca máxima hace como 10 años mientras diluviaba y oír aquello de que un rayo nunca cae dos veces en el mismo sitio.
He tenido dos pequeños manchados, uno el día de la primera eco y otro el martes (y otro hoy, pero puede que sean restos del martes aún, a saber). Son manchados suavísimos, rosados-amarronados, casi inexistentes y que normalmente solo pasan una vez, pero yo me acojono como si se terminara el mundo, me encierro en casa a trabajar y me blindo. El médico me dijo que si manchaba marrón, al sofá y en esas estoy. No voy a volver a salir de casa hasta que tenga la próxima eco, que es la semana que viene, tampoco es tan grave. Y como soy autónoma, me he trasladado el despacho al sofá. Estoy currando en pijama, que es lo que me prometí no hacer nunca, pero porque los pijamas son los únicos pantalones que no me aprietan. Cuando me anime a salir, me iré a comprarme un chándal para no tener esta sensación de ser una babosa.
Me he vuelto como una investigadora del CSI del papel higiénico. Me falta un microscopio para analizar cualquier resto de sangre. Me falta también ponerme todo tipo de alertas en mi cuerpo, o incluso chips, para detectar mis síntomas o falta de ellos. Si me duelen las tetas menos, pienso que todo va mal. Si no tengo el estómago revuelto, pienso que todo va mal, si no tengo tirones en el útero pienso que todo va mal. Y si pasa lo contrario, por supuesto que también pienso que todo va mal.
Ahora me aterroriza salir a la calle. El martes tuve un manchado super leve y no volví a salir hasta el jueves por la tarde. Hoy viernes había manchado otra vez (de nuevo mínimo, restos marrones mezclados con proges, pero manchado al fin y al cabo) y ahora me da miedo salir. Salgo a la terraza, miro las plantas, voy al baño y me analizo en plan CSI.
No me importaría estar los 9 meses así si sé que eso implica que mi bicho está bien, pero nadie me puede garantizar eso tampoco. Solo sé que en casa estoy extrañamente tranquila. Ayer tuve que salir a una reunión porque llevaba dos días sin manchar y además se me está acabando el repertorio de excusas habituales (gripe, otras reuniones…) y porque no me quedaba Evopad (no sé si os lo he dicho pero mi neura llega al punto de que solo compro medicación hasta la siguiente eco y me paso la vida peregrinando a la farmacia). En ningún momento estuve cómoda andando por la calle. Y sé que si ahora estoy casi una semana sin salir, luego salir será horrible y tendré más miedo aún.
Así que esa es la maravillosa sensación de mi embarazo. No sé si se me ha pasado el cansancio o si al dormir 9 horas al día y no moverme del sofá ya no me canso tanto. No sé si cuando vaya la semana que viene a la eco, el ginecólogo me dirá que ya no hay proto. Y lo peor, tampoco sé si todo esto es producto de mis alteraciones hormonales.
En fin, sed felices
[…] unos meses decía que nunca había sentido tanto miedo como durante el embarazo y, la verdad, no tenía ni puta idea. En general, soy una persona fuerte. Tengo miedos irracionales […]