Microalegrías

Hoy es un día guay y los días guays hay que saborearlos y exprimirlos. Por primera vez en un montón de meses he ido a una consulta normal de un ginecólogo y aunque pueda parecer una gilipollez, para mí es un poco una señal positiva, significa que ya he salido de la clínica. Por primera vez, mi marido ha podido ver y oír a nuestro protobichejo latiendo como un loco y también por primera vez en más de una semana he respirado tranquila. Tampoco es que estuviera histérica, todo sea dicho.

El ginecólogo me ha explicado que mis manchados leves son normales y que posiblemente vuelvan. Que no tengo que hacer reposo, pero sí tengo que vaguear y que si puedo quedarme en casa más, mejor. También por primera vez (y a lo mejor por última) he pensado que es una suerte ser autónoma, porque tengo que inventarme menos cosas que la mayor parte de la gente para pedir bajas o cosas de esas. Yo, simplemente, en lugar de trabajar en el despacho me quedo en mi casa y hago prácticamente lo mismo.

Hablábamos de lo fácil que es dejarse llevar cuando te encuentras bien, porque yo ahora mismo me encuentro genial. He vuelto a dormir mal y por tanto vuelvo a tener sueño, pero ni náuseas, ni casi ardor de estómago, ni mareos, ni demasiados pinchazos en el útero… Así que yo soy de las que, a la mínima que se encuentra bien, piensa que está de puta madre y se vuelve a pasar el día de una reunión a otra y de un lado a otro. Y eso no es vida. El gine me ha dejado claro que no es vida estando embarazada, pero sin estarlo tampoco lo es.

Y después de la visita nos hemos ido a comer a casa de mis padres, un rato al sol, aperitivo en el jardín, fotos del bicho en el útero, paso por HM para comprarme unos sujetadores baratos en los que me quepan las tetas (llevaba años sin necesitar una copa D!!!!!) unas horas de felicidad hasta que vuelva el estrés por el próximo manchado, la próxima eco o el próximo lo que sea.

Volviendo a casa, sonaba Manel en mi cabeza…