Si hay algo que me ha parecido marciano de todo este universo del embarazo es cómo se miden las semanas, los meses y los trimestres. Todo esto, teniendo claro que es una gilipollez, que el embarazo son los días y las semanas que son y que querer contarlo de una manera o de otra no hace que el tiempo corra más, pero sí hacer que, trazando pequeñas líneas psicológicas, podamos llevar mejor las esperas, algo que es imprescindible cuando estás en reposo y en periodos ‘peligrosos’.
Hace meses que decidí contar los meses según mi propio calendario y no según ninguna app ni nada descargado de internet. Mi FPP es el 28 de octubre, por tanto cuento que cumplo mes alrededor del día 28 de cada mes. Es decir, hace semana y pico me faltaban tres meses para la fecha teórica y ese es el día que, en mi cabeza, cumplí los seis meses. Luego hablas con gente que te dice que está de 7 meses y son 28 semanas o gente que te dice que el séptimo mes no empieza hasta la 29, como si adelantar o retrasar la fecha en la que pasas de mes fuera a hacer que el tiempo pase más rápido o más lento.
Todo el embarazo se compone de líneas imaginarias. Pasar la semana 12 se supone que te deja respirar. Luego la 20 y la famosa eco morfológica (la mía fue una eco completamente normal, lo bueno de hacerse tantas ecos es que todo se ve poco a poco) y, en mi caso, llegar a las 28 semanas sin haberme puesto de parto. En cada una de estas líneas imaginarias nos marcábamos unos hitos: después de la semana 12 (mi eco fue en la 14) empezamos a contar lo del embarazo y en la eco de las 20 semanas (que fue a las 22) pensábamos empezar a hacer cosas como mirar los trastos para el bebé y empezar con la habitación, pero fue el día que saltaron las alarmas sobre el cuello y lo paralizamos todo. Ahora mismo llevamos desde el día de mi cumpleaños de brazos cruzados y hasta nos negábamos a ponerle nombre al bebé cuando hemos tenido claro cómo se iba a llamar prácticamente desde que supimos el sexo. ¿Exagero? Tal vez, pero ya dije hace tiempo que son mis formas de protegerme.
Y aquí estamos, después de haber cruzado la línea teórica de la viabilidad. MiniV pesa 1,3 kg y a partir de esta semana empezaré a pincharme corticoides para madurarle los pulmones por si acaso. Lo bueno de que esté de nalgas (desde la placenta previa me mentalicé de la cesárea y ya ni me preocupa) es que presiona menos el cuello, así que no hay mal que por bien no venga. Hoy, al salir del médico, le hemos comprado algo de ropa, hemos pedido un par de muebles para su habitación y le hemos llamado por su nombre. Esta noche he dormido fatal y llevo todo el día con ganas de llorar, supongo que por la tensión acumulada en las últimas semanas. Estoy muy contenta, pero me da mucho miedo pensar que a lo mejor algo se pueda torcer después de llegar a este punto tan importante. En cualquier caso, hay que empezar a hacer camino o el bebé nos pillará en bragas.
La pregunta de todo el mundo es si ahora me van a dejar salir más y yo me quedo mirándoles como si eso importara algo. Lo importante no soy yo, es él. Y si tengo que seguir duchándome sentada y secándome el pelo en un taburete, yo lo hago encantada de la vida. Eso sí, cuando nazca y me recupere, que nadie me busque en casa.
(Sí, sigo haciendo guirnaldas non-stop)