Ya puedo irme directita al infierno de las madres perfectas porque le he dado un par de biberones a mi hijo. De leche materna, pero biberones al fin y al cabo, con sus tetinas demoniacas y todas esas cosas. ¿Por qué? Pues porque no sé qué coño le pasa y necesito que coma. Empezamos:
Así que tenemos un cóctel explosivo. Sospecho que el niño está atravesando la crisis de lactancia de los tres meses, complicada por la apatía del resfriado, los mocos que no le dejan mamar bien y su tendencia a vomitarlo todo para tirar también los mocos. ¿A que mola? Pues yo estoy muy desquiciada.
Ayer creo que corroboré que el problema es de lactancia porque el niño rechazaba mi pecho pero sí se tomaba el biberón con la leche que me acababa de extraer. O sea que no es un problema de hambre ni del sabor de la leche, es un problema de mis p**as tetas. Y si no estuviera resfriado, pues sería un pulso entre los dos, pero ahora mismo el niño necesita comer y estar hidratado. Ah, y no vomitarlo todo, claro, que es lo que hace cuando le ‘obligas’ a comer de la teta sí o sí.
Mi madre, que me está ayudando un montón estos días con el niño, es de las que no le da ninguna importancia a la lactancia materna (mamá, te quiero mucho pero eres un poco tocapelotas con este tema) y a la mínima, me dice que le dé un biberón. Mi padre me decía el otro día que no me ofusque, que le he dado ya tres meses de materna. Pero yo soy muy cabezota y me niego a que este resficrisis (toma palabro) se cargue mi lactancia.
Recordé los días en el hospital, cuando Vampirito tuvo una bajada de azúcar con la teta y le obligaron a tomar biberón de leche materna para recuperar peso. Esos días decidí que lo importante era llevármelo a casa y la tranquilidad de saber que cogía bien el biberón hizo que me relajara, funcionara mejor la lactancia y el niño cogiera peso. Ahora estoy haciendo lo mismo: lo intento con la teta hasta decir basta pero cuando ya no hay puta manera o nos jugamos una nueva vomitona con lo que nos está costando comer, pues le doy un biberón. De momento ha sido solo uno al día y la teta sigue ganando por goleada.
De todas formas, analizo y tampoco sé si lo que me está pasando es la crisis de los tres meses:
Así que tengo dos preocupaciones: pelearme con el niño, el rhinomer y el extractor de mocos por un lado y ver cómo el niño y la teta se baten en duelo a muerte al amanecer. Probablemente las dos situaciones hubieran sido más llevaderas de forma aislada, pero lo cierto es que juntas están siendo un pequeño suplicio.
Está siendo duro porque, además, es la primera vez que veo al niño pachucho. El primer día fue el miércoles. Comió muy poco y estuvo casi todo el día muy triste y dormido, hasta estuvo cerca de la fiebre. El jueves remontó y comió más, con algún rato zombie. Ayer el niño estaba casi normal pero lo de la teta fue a peor. Durmió 4 horas seguidas cuando llevábamos dos noches de no dormir más de 1 hora seguida. Hoy tiene más tos (y más mocos porque somos unos flojos con el Rhinomer, pero hay que sufrir…) pero es mucho más personita aunque sigue a h****a limpia con la teta. Veremos cómo estamos mañana, el lunes tenemos pediatra porque le tocaba la revisión de los tres meses, así que me temo que, cuando remonte de esta, le tocará Bexero y cruzar los dedos para que esta vacuna no le dé ninguna reacción rara.