Si antes de ser madre me hubieran dicho como me iba a afectar un maldito resfriado del bebé, me hubiera reído muchísimo de mí misma. Por supuesto, relativizamos las cosas y nos reímos de ellas. Es decir, somos conscientes de que este resfriado no tiene ninguna importancia y que cuando realmente vengan problemas importantes, nos reiremos y nos acordaremos de aquel resfriado que entonces parecía un mundo.
Cómo conté en el post anterior, el hecho de que se solaparan el resfriado con algo que parecía una crisis de lactancia lo complicó todo bastante pero ahora, ya desde la distancia y la tranquilidad de dormir sin tos ni mocos, creo que podemos tener una visión global de lo que pasó.
1. El resfriado. Pensamos que fue su padre el que le contagio al nene. Su padre tuvo gripe tres o cuatro días y al día siguiente de volver a trabajar Vpadre, el niño empezó a encontrarse mal.
2. El miedo. El resfriado en sí tampoco hubiera tenido importancia si no te acojonan cosa mala con la palabra mágica ‘bronquiolitis’. Yo ya me imaginaba al niño ingresado, vuelta a la UCI… bueno, un show. Pero con muchos lavados nasales, no saliendo de casa en muchos días, etcétera, la tos bronquial no fue a más y se quedó en un simple resfriado. Todo lo ‘simple’ que pueda ser en un bebé de tres meses un resfriado que dura unos doce días.
3. La alimentación. Tampoco le hubiera dado más importancia al hecho de que no comiera mucho y que bajara 200 gramos si no fuera por el mini trauma de los días en neonatos. Había que hacer doble pesada para asegurarnos de que el niño estaba ganando peso tomando pecho, yo no sabía cuánto estaba comiendo, tuvo la bajada de azúcar que lo mantuvo dos días más ingresado… Con esta crisis y este resfriado pasó lo mismo: el niño bajaba peso y yo no sabía lo que comía, volvieron los nervios y los fantasmas.
Poco a poco Vampirito fue mejorando, dejó de tener tos y mocos y paulatinamente empezó a ser él mismo, respecto a su forma de ser (es un niño muy alegre y muy ruidoso) y respecto a las tomas (irregulares en duración y más o menos cada tres horas). Ahora está un poco trastornado y alterna tomas muy largas (o más largas que las que lo hacía antes) con otras muy cortas, aunque parece que se va estabilizando.
¿Qué me queda entonces de la crisis de los tres meses? Es complicado saberlo, porque los síntomas se han disimulado o diluido con el resfriado. Hace ya semanas que tengo los pechos blandos a no ser que pasen muchísimas horas sin dar de mamar. En ese caso, sí se llenan de nuevo. Vampirito a veces hace las tomas muy cortas y se nota que está sacando mucha leche, pero otras veces prefiere tirarse sus 40 minutos durmiendo y mamando a su rollo. Es como si notara que dentro de 10 días vuelvo a trabajar y no quisiera alejarse de su madre. Lo que sí que notado es que a veces se pone un poco tonto con el pecho o pega tirones estira mucho el pezón, o lo escupe, o le pega cabezazos… Pero más o menos hemos conseguido enderezar la situación.
Otra de las cosas malas de estas semanas han sido que, con el cambio de leche, me cuesta más extraerla con el sacaleches. Dentro de 10 días vuelvo a trabajar y ahora mismo me cuesta ver cómo voy a poder sacarme la cantidad de leche que necesito para que Vampirito haga una o dos tomas con las abuelas, ese va a ser el plan por el momento pero cuando lo tenga claro haré otro post.
(Por cierto, he descubierto que puedo actualizar este blog si le dicto los posts al teléfono mientras tengo a Vampirito al pecho. Luego es cuestión de editarlo para que no parezca algo pasado por Google Translate. Tengo pendiente terminar de ‘arreglar’ este blog y redirigir todas las entradas de Sense and Infertility…)