Había una vez una persona que quería mantener este blog actualizado y tal, pero un tsunami de curro se cruzó en su vida y terminó haciendo las cosas tarde, mal y a desgana. ¿Y qué importa esto? Pues poco pero mucho porque toda esta espiral fatal está afectando (o ahora me ha dado por torturarme pensándolo) a la alimentación complementaria de Víctor y a un montón de cosas más.
Durante este mes, hemos continuado con un semi-BLW bastardillo, condicionado, como conté hace unas semanas, por el hecho de que come con las abuelas y que en el cole le darán triturados. Hemos tenido días realmente buenos en los que parecía que se iba cogiendo cada vez más a comer sólidos, pero luego he empezado yo con ritmos bestiales de trabajo y es como si todo el camino andado se desandara en un abrir y cerrar de ojos.
En la última revisión pareció que Vampirito no había subido muy bien de peso, pero en realidad creo que fue un cruce raro de malas mediciones. La pediatra no le dio importancia a que ese mes no hubiera subido mucho porque dice que, además, cada vez se mueve más. Pero sí que era necesario que empezáramos a mejorar las rutinas, un tema peliagudo cuando el niño está cada día con una abuela. Pero bueno, eso pasó.
A día de hoy, seguimos más o menos como estábamos: desayunamos juntos, se lo llevan las abuelas y le dan biberón de leche mía y un yogur infernal (no hay manera de que no se lo den, ahora espero pasarme a yogures normales lo antes posible), come una papilla casera, merienda fruta, sigue con pecho y en teoría la cena era BLW. Y digo en teoría porque, en la práctica, llegamos a casa tardísimo, reventados y le terminamos dando la papilla de cereales que tampoco nos hace ninguna gracia porque el niño está histeriquito cuando llega la hora bruja.
Esto de ser madre va de sentirse culpable hasta por lo que hacen los vecinos, así que mientras VPadre está tranquilamente en la fábrica dando voces, yo estoy en el despacho sintiéndome culpable por no tener suficiente tiempo para poder hacer las comidas buenas a mi hijo. De hecho, ayer me llevé bronca de mi madre porque la papilla que le había llevado de mi casa (congelada) tenía demasiado apio y es imposible que se la coma. Que las tire todas a la basura. A una madre primeriza de curro frenético solo le falta una abuela que lo hace todo bien. Jodidos estamos.
Ahora estamos en una crisis de lactancia, pero al revés: solo quiere teta y yogur. No sé si es por el calor, por la irrupción de los dos dientecitos infernales o por qué pero Vampirito lleva unos días que no quiere ninguna papilla: ni la de fruta, ni la salada ni la de cereales. Esta noche, sin ir más lejos, se la ha pasado a la teta porque supongo que habría pasado cosa mala de hambre durante todo el día. La risa.
Esto es ya la risa del todo. Durante estos días de crisis, Víctor no tolera que le den la comida. Quiere comer solo, se le cae todo de la cuchara y se mosquea. Es el escenario perfecto para optar por BLW pero, oh wait, su padre y yo trabajamos en modo plantación de algodón, el crío solo hace una comida (la cena) con dos despojos humanos y las abuelas no le quieren dar sólidos. Además de las charlas sobre ‘el niño pasa hambre’ y bla bla bla. Cuando crees que te has librado de los chorreos de la lactancia materna, aparece la siguiente fase: que los sólidos son ETA y lo de no dar azúcares es una puta exageración*, que todos hemos comido azúcares y no ha pasado nada. Lodesiempre.
Así que me he convertido en alguien que compra cosas en los supermercados porque es o eso o no currar y que escanea todas las etiquetas. Los yogures son lo peor, pero al menos los compro sin azúcares («no, esos no le compres que son ácidos, los otros son dulcecitos y le gustan más». No jodamos, pues claro. Para eso le damos Nutella). He tenido que comprar galletas más o menos por lo mismo y también las compro sin azúcares (aunque tendrán mierdas varias) y también tengo follón porque, total, no saben a nada, pobre niño. Es terrible hacer cosas que te gustaría no hacer o no hacer las cosas como querrías hacerlas, pero mi realidad es mi realidad y mi último verano de verdad, sin maratones inhumanos de trabajo, fue allá por 2009.
En el último mes han pasado otras cosas más divertidas, como que Víctor ha probado (y le encanta) la sandía, que antes le hacía atragantarse un poco. Ha comido rosquilletas sin sal, tostadas de aguacate y pollo, arròs del senyoret, rapes del Grau de Castelló, muchas naranjas, kiwis amarillos… Y un día de estos, su padre le hará una pequeña pizza Víctor-friendly.
*Me parece MARAVILLOSO que otras familias opten por los azúcares o triturados. Yo no soy nadie para juzgar las decisiones de nadie y cada uno toma las decisiones como las puede tomar. Únicamente hablo de nuestra elección personal 🙂
Hay una frase que decimos mucho en casa: lo más duro de tener hijos es educar a los abuelos.
No hay nada como una abuela o abuelo que pase de tus indicaciones para echar atrás un montón de cosas ya superadas.
Que está muy bien pensar que si no fuera por ellos a ver con quién estaría el niño, pero los que tendríamos que hacer es exigir bajas pagadas para que cada niño se críe con sus padres.
Solo puedo desearte ánimo.