No tengo ni idea de si lo que voy a contar tiene algún fundamento o si es, para variar, una paranoia de servidora. Víctor acaba de cumplir un año. Fue el domingo 14, después de una semana terrible de gastroenteritis, bajada de peso, un comportamiento errático tremendo y noches de dormir muy, muy mal. Quería haber hecho un post moñas sobre lo bonico que es mi hijo y lo veloz que ha pasado este año pero la logística diaria hace que me resulte complicadísimo actualizar, aunque poco a poco nos estamos centrando.
La gastroenteritis ha sido fatal, además de ser el colofón al mes fatal de inadaptación a la Escoleta. Le ha costado mucho comer otra vez sólidos y, de repente, cosas que antes se comía de maravilla ahora no quiere ni verlas. Vuelve a estar muy enganchado al pecho cuando estaba medio destetado. Vuelve a despertarse un montón por la noche, tiene unos ataques de mamitis aguda que dan miedo… Pero dentro de todo ese caos que se ha apoderado de nosotros este último mes, tengo la sensación de que todo se va centrando.
Mirando atrás, veo que cada vez que ha cumplido edades ‘importantes’ le ha pasado algo parecido. La crisis de los tres meses vino al mismo tiempo que su primer resfriado. No fue una crisis solo de lactancia, fue una crisis total de comportamiento del niño. Cambió un montón en cuestión de semanas y, cuando se fue estabilizando, todo fue mejor.
Luego llegaron los 6 meses y, a los pocos días de empezar la alimentación complementaria, nos fuimos a la Costa Brava. De nuevo, días de bebé enloquecido, 10 días de estreñimiento, visita a Urgencias, locura total. Poco después, fue estabilizando rutinas, mejorando alimentación, empezó a centrarse poco a poco y llegaron los avances.
Y la vida se había vuelto a estabilizar de nuevo hasta que llegó la (in)adaptación a la Escoleta y la acumulación de virus que Víctor va pillando sin dejar de pasar uno solo. De hecho, después de tener este post medio terminado y de pensar que la crisis de la gastroenteritis se estaba resolviendo, pilló por banda otro virus de fiebre y diarrea y el poco peso que ya había recuperado se ha vuelto a perder. Son semanas desquiciantes, de pensar que en lugar de ir hacia delante, vas hacia atrás, de desquiciarte, de volver a llorar. Parece mentira que hayan pasado otras crisis de esas que, de repente, se han ido con un poco de paciencia porque, la verdad, otra vez parece que no vaya a terminarse nunca.
En la foto, Vampirito en uno de sus momentos de bajona de los 12 meses