En el manual de instrucciones de mi maternidad mediterránea, nadie me contó lo que sucede en el extrañísimo caso de que el niño tenga vacaciones y no pare de llover. No es cuestión de no escuchar a las madres, sino de que aquí no suele llover tanto. Aunque siempre llueve en Semana Santa, para qué engañarnos, lo cierto es que no me esperaba una alineación planetaria tan catastrófica: Víctor con bronquitis, sin Escoleta en toda la semana y empieza a llover el jueves. Así, casi sin salir, hasta hoy que ha vuelto el sol. Justo hoy que VPadre y yo hemos vuelto al trabajo, claro.
Víctor es un niño demandante y eso no lo digo yo, que no tengo ninguna otra referencia, lo dicen sus maestras de la Escoleta. Es decir, no para. Tiene que estar todo el día activo pero tienes que estar todo el día con él. Puede jugar un rato solo, pero son ratos cortos. Quiere hacerte la comida a ti, peinarte a ti, que le duches tú, enchufar las máquinas que tú estás utilizando… Pero quiere hacerlo solo. Es decir, quiere que estés cerca pero que no le toques mucho los huevos.
Esta Semana Santa Víctor se ha aburrido y se ha desquiciado mucho y eso nos ha desquiciado a todos. Ha ido a por una chaqueta al armario y se ha plantado en la puerta con las llaves para salir a la calle. Se ha pasado toda la mañana jugando en casa con pijama y el chaleco porque ponerse el chaleco es la antesala de irse a la calle. Se ha subido a un taburete y se ha asomado al ventanal gritando «nenes» a patio vacío de un colegio. Y nosotros, al final, ya no sabíamos qué hacer.
Me toca especialmente las narices que una de las pocas cosas que se puede hacer cuando llueve sea ir de tiendas. Comprar, consumir, siempre lo mismo. Estoy en una fase bastante anticonsumista de mi vida y no me apetece nada ir a pasar la tarde a un centro comercial, pero el viernes no nos quedó otra. El niño amenazaba con mutar en gremlin como no lo sacáramos de casa, así que carro, burbuja y a pasear por un centro comercial. Eso que nos habíamos prometido que no haríamos nunca.
Por suerte, mañana hay Escoleta, VPadre y yo hemos vuelto al trabajo y el sol brilla mínimamente. Ahora entiendo el pánico que tantas madres y tantos padres sienten ante la llegada de las vacaciones. La que nos espera en julio…