No entiendo las prisas que tienen muchas personas por que sus hijos e hijas crezcan. O las prisas para que hagan cosas que aún no les corresponden. O igual no es tanto una cuestión real de prisas como un tema de competiciones: «mi hijx es el primero o la primera en todo» o el típico «es que va muy por delante de su edad». A mí, que las competiciones me agotan, hasta me da pena ver cómo se esfuman los días de bebé. Yo no quiero que mi hijo sea el primero en nada, solo quiero que no se haga mayor en un abrir y cerrar de ojos.
Cada edad tiene su punto crítico. Siempre quieres que empiecen a gatear, luego a caminar, luego a hablar, a comer solos… Es como si tuviéramos que convertir en logros y en competición lo que no es más que una evolución natural. Además, servidora piensa que cada niñx tiene un superpoder que le hace diferente, solo tiene que terminar de descubrir cuál es el suyo, pero no hay necesidad de ir de farruquitos y farruquitas del crecimiento por la vida. No és precís.
Todo viene por dos o tres cosas que se juntan ahora mismo en la vida de Víctor. Le quedan tres meses para cumplir dos años. Hay gente que ya te pregunta si le vas a quitar el pañal este verano (WTF), si le vas a quitar el chupete (en eso sí que estamos), si ya duerme toda la noche (¡ronda de chupitos!), o si se sabe los colores, los animales y si es capaz de recitar el cantar de Mío Cid en castellano medieval. Mi hijo, al menos, no hace nada de eso.
Por suerte, han pasado ya los días de grandes inseguridades respecto a la evolución de Víctor, que es totalmente normal a pesar de sus intentos reiterados de boicotear las consultas con el neuropediatra. Pasada esa fase en la que necesitábamos saber que hacía las cosas cuando tocaba porque eso quería decir que no le habían quedado secuelas de la depresión neonatal, el 90% de esas cosas me la soplan. Pero ahora voy un poco más allá, ahora no quiero que se haga mayor tan rápido, no quiero que entienda todas mis conversaciones, que sepa dónde escondemos las cosas, no quiero que se escape.
Creo que las personas en general tenemos prisa por crecer y tenemos prisa por hacer que nuestros hijos e hijas crezcan. Es bonito que sean autónomos, es bonito verles evolucionar, aprender y descubrir, pero no es necesario forzarles a hacerlo. No hace falta obsesionarlos por quitarles el pañal solo porque fulanita se lo quitó a su hija con 25 meses. Tampoco necesitamos ‘enseñarles’ vocabulario como si les estuviéramos preparando una oposición. Y, por supuesto, no tenemos ninguna necesidad de preguntarles si tienen novios ni novias ni otras formas innecesarias de sexualizar la infancia.
Ahora veo a mi hijo felicísimo con las cosas más simples: «conduciendo» el coche de cualquier abuelo, enchufando cosas, subiendo y bajando rampas, gritando «macarrons, macarrons, macarrons» cuando me pide la merienda, diciendo «caca» después de haberse puesto rojísimo haciendo fuerza. No necesito que mi hijo vuele a hacer cosas que no le corresponden y menos todavía para alardear de nada. Dejémosles ser niños y descubrir su mundo a su ritmo, requetejoder.