Lo lógico, si yo fuera una persona metódica, es que este post fuera una continuación de uno introductorio en el que hablara de lo mucho que me ha sacudido esto del consumismo relacionado con la maternidad, pero esas cosas sesudas siempre las escribo al final, cuando he conseguid destilar lo que pienso hasta convertirlo en un licorcito de esos concentrados que te deja media hora atontada. El capitalismo no me deja media hora sonada, lleva un año volviéndome un poco loca, pensando constantemente si lo que hago es lo correcto o no.
Vamos a hacer un viaje en el tiempo, diciembre de 2017, un recién nacido que manchaba ropa a montones y un primer piso en una zona con una humedad brutal. No había manera de que los pijamas y los bodies se secaran a la velocidad que necesitábamos y entonces tuvimos que plantearnos comprar una secadora o tener mil bodies, mil pijamas, mil sábanas y mil mantitas. La secadora sonaba mucho mejor aunque costara una pasta. La compramos. Luego descubrimos que tiene el superpoder de convertir las fundas de nórdico en pelotas que no se secan en la vida, pero ese es otro tema. También que encogía los pijamas, con una vida ya de por sí bastante fugaz. Así que decidimos que lo mejor para nosotros, para el planeta y para la calidad de nuestra ropa sería utilizarla solo para emergencias o para terminar de secar la ropa que había estado unas horas al aire. Seguimos así dos años después.
Todo esto viene por el debate o la reflexión de la cantidad de ropa que necesita un niño tan pequeño como Víctor, que tiene casi 27 meses. Tuvo demasiada durante los primeros meses. Cuando hice la caja de ropa para guardar en el trastero como a los 6 meses, me asusté de la cantidad de ropa que se guardaba prácticamente nueva, porque a la velocidad que crecen esos meses es casi imposible que nada se estropee. Luego llegó la alimentación complementaria y empezamos a tirar, pero seguimos con demasiada ropa. Con la Escoleta, pensamos que la cosa se moderaría. Decidimos que no nos daba la vida para estar poniendo lavadoras entre semana, así que iríamos con una muda diaria de lunes a viernes (5 pantalones de chándal y 5 sudaderas, además de uno de cada para la muda de emergencia de la Escoleta y un chándal viejo y pequeño para la muda de emergencia del carro). Pero, claro, los fines de semana no nos apetecía chándal. El resultado fue que se juntó con casi tantos jerséis de punto y vaqueros como ropa para ir al cole, cuando el fin de semana tenía 48 horas y generalmente iba con la ropa que le regalaban los abuelos solo por hacerles la gracia. De nuevo, ropa casi nueva al trastero.
Este año nos hemos plantado bastante. Tiene cuatro pantalones de chándal, otros 3 que son versátiles (cole/finde), 2 vaqueros del año pasado que aún le va bien con botines y un vaquero que le regalaron mis padres para el cumple. Solo le hemos comprado dos sudaderas porque estamos reciclando las del año pasado hasta que ya quede demasiado estilo cropped top y dé un poco de pena. Además, estamos en ese odioso momento en el que una talla le queda justa y otra enorme. Mejor dicho, estamos en fase de convivencia absurda de tallas: sudaderas de 18 meses, pantalones de 24 meses y de 3 años, pijamas de 3 años, bodies de 24 meses que le quedan cortos de manga y largos de cuerpo (cosas de los tirones que le pegamos). Aprender a estirar la ropa hasta lo inverosímil ha sido uno de los aprendizajes de este año. A mí me mola que mi hijo crezca, pero no que agote la ropa.
Fruto de esta inquietud, lancé una encuesta en Twitter preguntando si la gente era de tener poca ropa y poner mucha lavadora, de tener mucha ropa porque sí o de aguantar con lo justo para pasar la semana sin tener que ir con lavadoras ni secadoras arriba y abajo. Más allá de que el resultado es claro, lo importante es ver los comentarios. La suerte que tiene la gente que ha heredado toneladas de ropa. Los equilibrismos para no tener que estar lavando constantemente ni tener un armario digno de las Kardashian. Lo mucho que cambia este tema con el tiempo, a veces compramos de todo cuando son recién nacidos pero nos damos cuenta de lo idiota que era hacer tanto gasto en cuanto pasa un poco de tiempo.
¿Que soléis hacer?
— Li (@quierouncactus) January 2, 2020
Me gustaría poder permitirnos ropa elaborada éticamente y todas esas cosas, pero a día de hoy es imposible con lo que ensucia Víctor, nuestra disponibilidad de tiempo y los ritmos de crecimiento. Sí que nos planteamos ir comprando poco a poco más prendas de ese tipo y reducir las low cost, pero mientras nuestros salarios sean también normalillos y nuestros gastos altos, lo mejor que podemos hacer por el planeta y por su educación es ir comprando lo menos posible, alargando la vida todo lo que podamos y tratar de reciclar y estirar hasta lo inverosímil.
En la foto, Víctor con una de esas chaquetas que le va grande en enero, justa el próximo diciembre y le quedará como un guante a mediados de junio.