En el cole de mi hijo el disfraz de Carnaval siempre ha sido conjunto. Es decir, el cole elige un tema (este año es el circo) y cada clase tiene un disfraz dentro de esa temática, en el caso de nuestra clase, serán magos y magas. Ojo, toda la clase tiene que ir exactamente igual, no vale que cada cual lleve el disfraz de una manera. Nos convocan a reunión para explicarnos cómo quieren que sea el disfraz y nos encontramos ante el siguiente dilema:
Como persona que vive condenada a transitar sin fin por el término medio, tiendo a ponerme en la piel de los dos bandos: las personas que no quieren o no pueden gastarse ese dinero y las personas que no quieren o no pueden hacer los disfraces a mano. Siempre en el medio, que es donde se reciben las h*****s. El planteamiento en nuestra clase fue comprar lo indispensable y tratar de fabricar lo más sencillo (las capas y las pajaritas) pero, a medida que buscábamos proveedores, nos íbamos dando cuenta de que había poco tiempo para conseguir, por ejemplo, los chalecos de color rojo que nos habían recomendado. Así que, plan B, a fabricar casi todo el disfraz. Ahora. ¿Quién se ofrece voluntaria para hacerlo? Volvemos de nuevo al tema de las circunstancias: hay personas que no pueden permitirse venir un viernes por la tarde al cole a cortar capas o chalecos y personas que no tienen ganas. Y ambos puntos de vista son tan respetables como las personas que pensamos que gastarnos 30€ en un disfraz que llevarán es un despilfarro que no enseña nada (bueno). Al final somos un grupo de unas cuantas madres que iremos al cole a hacer capas y chalecos y también hay otro grupo de madres (y algún padre) que no puede venir al cole pero lo hará en casa. Todo bien, lo hemos salvado.
Pero volvemos al dilema. Hay familias que no pueden gastarse eso en un disfraz y menos aún con la que está cayendo. Hay familias que se lo pueden gastar y consideran que no es lógico ni ético ni mil cosas más. Hay familias que no quieren dedicar el poco tiempo libre que les deja el trabajo a fabricar un disfraz que podrían comprar. Otras no tienen ni el tiempo para hacerlo ni tampoco el dinero para comprarlo y hacen malabarismos para sobrevivir. Y, claro, a las criaturas les encanta disfrazarse. Y el Carnaval es una fiesta para todos. Y todo es genial y precioso menos la tensión en los grupos de Whatsapp.
Como familias tenemos que decidir cómo gestionamos algo que requiere demasiada empatía para esta mierda de mundo que nos está quedando. Empatía por quien no tiene por qué gastarse una pequeña fortuna en un disfraz y por quien no tiene ni un minuto libre a la semana porque la crianza y el capitalismo se llevan fatal, amiguis. Hablaba con otro padre, justo antes de la reunión de clase de mi hijo, de la falta de claridad con las instrucciones. Quizá lo lógico sería partir de una idea DIY muy sencilla y al alcance de todos (un chaleco y una capa de dos colores no es para graduados en Bellas Artes, pero agobia, la verdad) que las familias podamos enriquecer en la medida de nuestras posibilidades, ya sea de tiempo o económicas. Pero todo está en nuestras manos. Se gradece, pero no todas las clases ni todos los grupos tienen la capacidad de gestionar estos dilemas sin conflictos y sin historias. Y eso sí que es una pena.