Cuando dije a mi familia que quería estudiar Periodismo, siempre estaba la típica tía que me decía que estudiara «una carrera de verdad», como Derecho o Medicina. Cuando decidí hacerme autónoma hubo también alguna voz en ese sentido, pero en general estuvieron calladitas hasta que llegó el embarazo. Lo sabe poca gente pero ya he tenido que oír lo de «¿Por qué no te buscas un trabajo normal, con baja y con sueldo fijo para cuando llegue el bebé?». Pues básicamente porque no me da la puta gana. Hablar bien tampoco me da la puta gana.
Empezando porque ser autónoma me permite organizarme como me dé la gana y, para qué mentir, ganar más pasta. Si un día trabajo hasta las 22h es porque voy a facturar más y no porque alguien que se ha ido a casa a las 18 va a ganar más dinero con mi trabajo. Mi última experiencia trabajando por cuenta ajena fue tan nefasta que creo que no seré capaz de volver a hacerlo. Tengo la suerte de que puedo hacer mi trabajo perfectamente desde casa, incluso desde el sofá o desde la cama con ciertas limitaciones (trabajo con dos ordenadores y dos monitores en uno de ellos) así que ser autónoma me da una libertad que no tendría ni de casualidad trabajando por cuenta ajena. También me da dolores de cabeza pero, a día de hoy, todo compensa.
Empezando por el reposo y el tratamiento. Durante todo el tratamiento me he organizado sin ningún problema. Solo se lo conté a un compañero-amigo con quien gestiono alrededor del 60% de mis proyectos actuales. Se lo dije porque no quería excusas, quería que mi interlocutor con mi principal cliente supiera lo que estaba pasando y la reacción no pudo ser mejor. Cuando empecé con los manchados y tuve que quedarme en casa a trabajar, solo tuve que modificar algunas rutinas, cancelar algunas reuniones y hacer creer a un montón de gente que estoy baja de defensas y no me quito la gripe de encima, pero básicamente he seguido trabajando como si nada. Desde casa, pero como si nada.
Ahora que llevo dos semanas sin manchar (dedos cruzados) voy a la oficina un par de días o tres a la semana, siempre en coche, y no más de tres o cuatro horas. Voy, ponemos cosas al día, me vengo a casa y trabajo hasta las 18 o las 19, según el curro que tenga cada día. Y si ese día me encuentro mal y quiero hacer siesta, la hago. O si he dormido mal y no arranco hasta las 9.30, no tengo que dar explicaciones a nadie. Repito que poder hacer mi trabajo indistintamente en casa o en la oficina es una bendición.
Sí es una putada pensar que si finalmente mi placenta sigue jodida va a ser complicado cogerme la baja y, en el caso de poder cogerla, me voy a quedar con dos duros matados porque claro, servidora cotiza el mínimo. Dudo mucho que me salga a cuenta cogerme la baja porque lo que cobraría de baja (después de pagar la cuota de autónomos) es lo que ingresaría al mes currando no más de un par de horas al día. Hay cosas que no quiero plantearme hasta que lleguen. Lo mismo pasa con el bebé. Sé que tenemos que hacer un plan para ver cómo nos organizaremos si el embarazo va bien y tengo que hablar con el gestor y tengo que pensar en un montón de cosas que ahora mismo no quiero pensar porque las veo lejísimos.
La cuestión es que hace seis o siete años que soy autónoma (ya he perdido la cuenta) y ni siquiera el embarazo me ha hecho tener ningún tipo de sensación de necesidad de estabilidad ni de volver a trabajar para otros. Cierto es que V tiene un buen trabajo con un buen sueldo aunque haga más horas que en una plantación de algodón y eso permite ese margen de tranquilidad y de libertad. Siempre he pensado que si algún día fuera madre la única manera de construirme una conciliación a mi medida (me flipa mi trabajo y no quiero dejar de hacerlo) sería trabajando para mí misma. Veremos qué pasa si llega la maternidad, pero al menos de momento, no cambio esta inestabilidad estable por nada.