Hay cosas que vas dejando, vas dejando, vas dejando… Hasta que te das cuenta de que el post que querías hacer cuando tu hijo cumpliera un año, tampoco lo has escrito cuando ha cumplido uno y medio. Eso, en realidad, es uno de los ejemplos de las cosas que han pasado en mi vida en estos meses. Todo lo que no es urgente, de trabajo o que implica supervivencia, lo dejas de lado.
Estos 18 meses han tenido cosas maravillosas, momentos durísimos y un aprendizaje sin fin, pero si tengo que decidir cuáles han sido mis grandes lecciones, sin duda son estas:
- No hago lo que querría hacer, sino lo que puedo. Tienes una cuquimaternidad en la cabeza y lo vas a hacer todo al pie de la letra. Tu hijo solo jugará con juguetes de madera, nada de pantallas, nada de azúcar, lactancia materna, relacionarse con otros niños, comida casera todos los días… Luego pasa por encima de ti una manada de rinocerontes que se llama realidad y todas esas cosas que tenías en la cabeza desaparecen. Salvas el día como puedes. A veces los abuelos le dan una galleta. A veces necesitas ponerle La Bamba en el móvil para poder tomarte un Espidifén porque te está matando el dolor de regla. Si ya no eras de dogmas, esto es relativamente fácil de llevar, pero si no…
- Soy más pobre. Gano menos dinero y tengo más gastos. Punto. La conciliación recae más sobre mí que sobre mi marido. Yo soy autónoma, así que la situación es la que es. Menos horas disponibles, menos horas facturables, menos dinero a fin de mes. Y de ahí, entre otras cosas, surge el punto 3.
- Soy más dependiente. Dependo extraordinariamente de mi familia, de su ayuda. De que puedan venir a hacerse cargo del niño cuando está enfermo, de que lo recojan de la guarde y se queden con él dos o tres horas por la tarde para que yo pueda terminar el día, a veces incluso necesito su ayuda en forma de tuppers, de ropa planchada. También soy más dependiente económicamente. Eso afecta principalmente a mi marido. Ahora gana algo más que yo, asume más peso económico (y yo más carga con el niño, lo sé). Cuando te han educado para ser independiente, este punto 3 se hace durísimo. Hace un tiempo que ya no me da vergüenza pedir ayuda, pero se hace duro siempre.
- Soy más humilde. A veces no sabes qué hacer. A veces necesitas desconectar un rato. A veces te hace falta reconocer que toda aquella peli que te habías montado en la cabeza simplemente no funciona. Y punto. Lo reconoces, lo compartes, pides ayuda, pides consejo, pides una botella de vino. No pasa nada. Aunque te hayan educado para ser independiente, aunque no estés haciendo lo que querrías sino lo que puedes, aunque seas más pobre. Pides ayuda, sonríes, das las gracias, sigues adelante.
- No tengo vida. Esto no es 100% culpa de la maternidad, sino de trabajar a jornada completa y de una logística bastante complicada (a veces el tiempo de cervecitas lo gasto en ir y venir, ir y venir, ir y venir). El tiempo del día se va en el trabajo, la logística, la casa, la comida… Al final, casi nunca puedes hacer nada que disfrutes y el tiempo que pasas con tus hijos con frecuencia es un tiempo raro, con los dos agotados, con el final del día llamando a la puerta. Es un rollo. Dicen que poco a poco la vas recuperando y quiero pensar que será así, pero de momento sigo viviendo en una rueda de hamster.
- Me siento culpable por todo. Para el final va la más dura. Aunque creo que es un tema mucho más relacionado con el hecho de ser mujer que con la maternidad, nunca me había sentido tan culpable por tantas cosas. Por no pasar suficiente tiempo con mi hijo, por no alimentarle mejor, por no hacer deporte, por no tener la casa más ordenada, por no llevar la vida al día, por estar escribiendo este post… Por mil millones de cosas por las que no debería sentirme culpable, pero la sociedad nos programa para odiarnos, autoexigirnos y darnos una caña innecesaria. Ahora, así escrito, parece que sea fácil verlo y analizarlo, pero en el día a día la cosa es más complicada.
Y hasta aquí mis grandes lecciones. No voy a hablar del amor infinito por mi hijo y por esas cosas de cuquimadre porque eso lo doy por hecho, al menos en mi caso. Y sí, sigue compensando esta retahíla de bajonazos.