Supongo que cada fase de la vida tienes un monstruo final de fase. Con esto de los niños pequeños hay un montón de momentos que simplemente aterran. Personalmente me daba mucho miedo el destete y después resultó ser una experiencia de lo más fluida. No también nos daba pánico la adaptación a la Escoleta del primer año que resultó un proceso largo, duro y tedioso para toda la familia. En este contexto de momentos de cambio y de pequeños traumas domésticos, si había algo que nos aterraba era el tema del pañal. Nos daba pavor en gran parte por cómo se había estado comportando Víctor durante estas semanas y meses de confinamiento y teníamos la sensación de que en la Escoleta apenas les llevaría unos días pero en casa se iba a eternizar porque se ha acostumbrado mucho más a retarnos constantemente.
Justo unos días antes de la del anuncio del confinamiento estuvimos en la tutoría y su tutora nos dijo que estaba segura de que no iba a haber absolutamente ningún problema para quitarle el pañal, que en unos días lo tendría todo claro y que en cuanto llegará la primavera y el buen tiempo, lo harían allí. Pero a los dos días se terminó la Escoleta, desapareció la primavera y nos acojonamos con el tema de ayudar a Víctor a dejar el pañal. Puede sonar fatal eso de esperar que venga la escuela a sacarte las castañas del fuego, pero Víctor llevaba unos meses que cualquier cosa que se hacía allí la tomaba mucho mejor que las cosas que hacían o se planteaban en casa. Con el inicio del confinamiento se volvió loquito y todo lo que hacíamos le parecía mal.
Así como muchas familias aprovecharon las semanas encerrados para intentar quitar el paquete en casa, nosotros estábamos demasiado aturdidos por todo lo que estaba pasando y, en mi caso, totalmente desbordada de trabajo, así que lo último que necesitaba era un estrés añadido. Preferimos hacerlo de otra manera y decidimos esperar al verano porque en verano suele estar más con los abuelos y al aire libre, siempre en bolas, algo que pensamos que nos facilitaría mucho el trabajo.
Precisamente empezamos antes de lo previsto porque le gusta mucho ir desnudo y, cuando iba desnudo, nos costaba volver a ponerle la ropa y volver a ponerle el pañal así que nos encontramos con una fase inicial que no duró más de una semana en la que no quería utilizar el pañal pero tampoco quería utilizar el orinal. La simple mención del orinal hacía que estallara, se volviera completamente loco y no quisiera ni acercarse. Pero. Siempre hay un pero. Al mismo tiempo veíamos que tenía bastante control porque tardaba muchísimas horas en volver hacer pis y porque avisaba. Simplemente no le daba la gana dejar de hacerlo en el suelo.
Ese fue el momento más complicado porque estuvimos a punto de dejarlo. Nos planteamos que si él no quería dejarlo a lo mejor teníamos que darle un poquito más de margen. Lo que hicimos entonces fue combinar. Le dejábamos un rato sin pañal y cuando él nos decía, casi llorando, que ya no podía más, le poníamos el pañal. Ya sé que es lo contrario de lo que se tiene que hacer pero también sé cómo es mi hijo y que no siempre los estándares se adaptan a todos los niños. Así que si él quería llevar pañal después de un buen rato se lo poníamos. Obligarle a lo contrario hubiera hecho que generara rechazo frontal.
La semana siguiente, porque parece que esto coincidía con los lunes, empezó pon una fase 2 que duró 2 días o así y qué consistía en empezar a hacer el pipí encima, darse cuenta, retener e irse al orinal. Otros dos o tres días después ya empezó a utilizar el orinal habitualmente y no hemos vuelto a tener ningún escape. De eso hace dos semanas.
Todavía nos quedan bastantes fases por delante porque no hemos salido mucho a la calle ni se lo hemos quitado por la noche todavía. Lo de salir a la calle es circunstancial, generalmente cuando salimos no lleva pañal, pero tampoco ha coincidido que tenga ganas fuera de casa o es que él lo aguanta. Y por las noches hace muchísimos meses que no moja el pañal así que hemos decidido darle otras dos semanas más o menos y, si continúa sin hacerlo, se lo quitaremos también por la noche.
No ha sido un proceso nada traumático, el niño lo ha llevado muy muy bien y, en cuanto se ha dado cuenta de que iba el tema, lo ha pillado a la primera. Nosotros solo nos estresamos esa primera semana en la que no le daba la gana utilizar el orinal. La diferencia con otro momento en el que quizá no hubiera estado maduro era que teníamos clarísimo que el niño no utilizaba el orinal porque no le daba la gana, es decir, que sabía perfectamente lo que estaba haciendo. Teníamos claro que controlaba esfínteres y qué quizá solo le faltaba reconocer la sensación de que se aproximaba en el pipí o la caca.
Hemos incumplido 2 preceptos indispensables en la retirada del pañal: el primero es dejarle alternar pañal o no llevar pañal y el segundo ha sido el soborno puro y duro. No se trata de un soborno como tal, pero sí que es cierto que hace mucho tiempo quería una bici ‘normal’ y no un triciclo. Llevamos todo ese tiempo explicándole que las bicis normales no funcionan con pañal y que cuando llegara el momento en el que él no llevara pañal, le compraríamos la bici de niño mayor. No ha sido sobornos tipo «si haces pipí en el orinal te doy chocolate» sino que siempre ha habido un objetivo en el horizonte que relacionaba con hacerse mayor, con ir al cole, con hacer las cosas que hacen los mayores. De nuevo, igual somos lo peor, pero lo empoderado que se siente cuando ve que hace las cosas solito es alucinante.
Con esto, de alguna manera cerramos una etapa que todavía coleará durante un tiempo. Es muy posible que haga regresiones y que haya malos momentos, pero estamos muy orgullosos de lo bien que lo ha llevado é y de lo poco que le ha costado ser consciente de lo que le estábamos pidiendo. Y esto nos lanza otro mensaje y es que deberíamos confiar más en nuestro hijo. Ayer fuimos a comprar su bici de mayor. Esta mañana, sin decirle nada, ha dejado de jugar, se ha acercado al orinal, se ha bajado los pantalones y los calzoncillos, ha hecho pis, ha buscado una toallita para limpiarse, se ha subido los pantalones y los calzoncillos, ha tirado la toallita a la basura y ha vuelto a jugar como si nada. Ahora, a aprender a ir en bici.
Actualización a fecha 29/07- Él mismo decidió que tampoco quería pañal de noche 🙂