El 1 de junio era nuestro aniversario de boda y aprovechamos para firmar otra hipoteca a 20 años, como si un hijo en común no fuera suficiente. Al final habíamos hecho lo contrario de lo que pensábamos hacer: comprar para reformar integralmente. Nada de lo que veíamos para entrar a vivir nos convencía, así que nos liamos la manta a la cabeza. Empezaron los meses de hacer cuentas, hablar con el arquitecto, buscar presupuestos… Y todo eso, con el verano de por medio, se retrasó un montón.
El drama de pedir presupuestos también fue para no dormir. Pensamos, inocentes de nosotros, que sería más barato contratar los oficios por separado. Craso error. Cuando empezaron a llegarnos presupuestos tuvimos claro que así no podíamos permitirnos reformar. En esas, nos llegó el presupuesto que pensábamos que más se iba a disparar, que era el de una empresa de reformas integrales que nos había recomendado el arquitecto. Los más profesionales fueron también los de precio más razonable. Hicimos algunos cambios, dijimos que sí y nos dieron fecha para empezar a mediados de febrero, es decir, hoy.
En ese tiempo también nos dieron el crédito personal para pagar la reforma y eso hizo que tuviéramos que salir por piernas de mi piso para intentar alquilarlo y no tener una carga económica tan bestia (dos hipotecas, préstamo de la reforma y Escoleta del niño), así que hicimos otra cosa que habíamos prometido no hacer: instalarnos en el piso de mis padres. Así han pasado los tres últimos meses: haciendo mudanza en fines de semana y ratos muertos y entre migrañas de VPadre. Haciendo malabarismos para no perder más horas de trabajo porque me viene fatal bajar la facturación ahora y poniendo a punto mi otro piso para intentar alquilarlo lo antes posible (seguimos en ello porque pido bastante dinero, así de chula es una).
Así que ahora entramos en una fase vital que pensábamos que nunca viviríamos: hacer una reforma integral. Me da más miedo y más pereza que ilusión, pero supongo que en cuanto vea que la cosa empieza a tomar forma, me alegraré un poco más. Iré contando cosas poco a poco porque la casa era uno de los motivos por los que estuve a punto de cambiar el blog. Mi blog habla de maternidad, pero también de más cosas porque estoy francamente hasta los cojones de ser solo madre y curranta.
¿Y cómo nos enfrentamos a la reforma? Teniendo claro que no aspiramos a tener una casa de revista, sino una casa en la que vivir y ser felices. Una casa práctica, que nos resulte cómoda a pesar de sus condicionantes (es una L con dos dormitorios en cada extremo de la L). Hemos renunciado a cosas que nos apetecían (adiós, madera de verdad, hola porcelánico todoterreno) porque no queremos vivir pendientes de que no se estropee el suelo o de que la encimera se ensucie demasiado. Siempre digo que me echarán de Instagram.
Y ahora, en exclusiva, las fotos de cómo estaba este piso de Cuéntame cuando lo compramos (son las fotos de la inmobiliaria). Spoiler: no va a quedar en pie casi ninguna de las paredes que se ve en la penúltima foto). En la imagen principal, algunas de las viejunadas que hemos decidido quedarnos