Claro que sí, guapi.
Ya sé que no estoy enferma, pero tampoco tengo ningunas ganas de contarte mi vida y mira que hay cosas que tampoco oculto, como mi infertilidad.
Ya sé que tuviste un embarazo chachi-fantástico que te permitió salir de fiesta, hacer deporte, follar como una actriz porno hasta el último día con posturas inverosímiles, tener una vida social que ni Paquirrín, ponerte como el quico sin engordar más que lo necesario y montar la despedida de soltera de tu hermana en Ibiza con una noche de rumba en tacones hasta las siete de la mañana. En serio, tía, enhorabuena.
Ya sé -o ya imagino- que lo primero que olvidan muchas embarazadas al convertirse en madres es lo muchísimo que les tocaba los cojones que otras personas les dijeran lo que tienen que hacer o lo que no tienen que hacer. Recuerdo tus caras cuando tu cuñada, con la misma mala baba que puedes tener tu ahora al hacer estos comentarios (es decir, ninguna) te intentaba dar consejos. Ahora que los das tú, ya está de puta madre meterse en úteros ajenos. Las personas somos así de contradictorias.
¿Sabes? Si tuvieras tantas ganas de verme, pasarías por casa porque pasarme todo el p**o día encerrada en un piso de 70 metros cuadrados en pleno mes de julio no es precisamente mi planazo de verano. Esta semana recibiré tu típico whatsapp de «¿Nos vemos este fin de semana en el FIB?». Y por segundo año consecutivo, te diré que no. Me volverás a decir que soy una exagerada sin tener ni idea de por qué no voy ni al festival ni a la tienda de la esquina. Pero eso no importa, importa decir que estoy embarazada, que no estoy enferma, y que como tu embarazo fue tan de puta madre, todas las que no tenemos esa suerte somos unas exageradas.
Además, si me conocieras de verdad, sabrías que yo soy de las que no ha faltado un día a trabajar desde por lo menos 2005 por estar enferma porque aunque me esté arrastrando, salgo de casa. A lo mejor podrías plantearte si lo que tú crees que es una exageración simplemente porque a ti no te ha tocado vivirlo no es preocupación, prudencia o como quieras llamarlo. Si ya en el día a día se detecta falta de empatía en cada esquina, durante el embarazo este tema se vuelve exagerado y lo que más duele es detectar esa falta de empatía en las personas que lo han sufrido hace poco. Igual resulta que todo esto luego se convierte en condescendencia. Lo sabré si mi hijo aguanta como mínimo cuatro semanas más dentro de mí. Ah no, que exagero, que eso deben ser tonterías. O las hormonas, claro, las hormonas…
Tengo amigas que han vivido embarazos fantásticos y no los han disfrutado porque sufrían innecesariamente. En ningún momento se me ocurrió llamarlas paranoicas ni decirles que eran unas exageradas. Intentaba entender sus preocupaciones y ayudarles a que pesaran menos. Tengo amigas que han vivido verdaderos infiernos de embarazo y los han llevado con una dignidad admirable. Tengo amigas que han pasado por el reposo y que saben perfectamente de lo que hablas cuando dices que no debes salir demasiado de casa, a veces te dicen que toda precaución es poca. Y también tengo amigas con embarazos fantásticos que entienden que no todo el mundo tiene esa suerte. No sé por qué siempre nos quedamos con la gente que más nos toca las narices.
(La foto es de mi entretenimiento de verano. Sigo convirtiendo nuestras viejas camisas en guirnaldas de tela para regalar. Mi vida social es así de activa y variada nowadays)