Ya tenía claro que, como esperaba tanto de la Escoleta, el tema sería bastante catastrófico. Eso me pasa por tener expectativas. Casi un mes del comienzo de la guardería y Víctor está de todo menos adaptado. Come peor, duerme peor y sigue llorando todos los días (aunque luego, allí muchos días está genial). Quizá sea normal pero también es desesperante.
Los primeros días fueron bien. Lo dejaba pronto por la mañana y no lloraba. Se quedaba unas horitas y feliz. Después empezó hasta las 15 y llegó el primer episodio de mocos y fiebre. Empezó el comedor y siguió el dramita. Allí come bien unos días y fatal otros, según el menú. El señor ha decidido que él no come más triturados y los días que hay puré no se come ni el primero ni casi el segundo, porque ya llega aburrido y desesperado. Y no es un problema del menú porque está bien, es un problema de que a Vampirito no le sale de los huevos comer papillas.
Como no come bien, no me atrevo a dejarlo hasta las 16.30. Lo recogemos a las 15 y le damos merienda, a veces en la misma puerta porque está muerto de hambre. Un yogur o dos, según lo que haya comido. Los días que come bien le damos fruta de merienda, pero no es una cosa tan exagerada. A veces, al salir por la puerta empieza a gritar: «am, am, am» porque tiene hambre. Y ahí es donde no sabes si tienes que hacerle caso y darle comida o pasar y que se acostumbre a que se tiene que comer lo que le den. Como el peso siempre ha sido un poco complicado, yo a día de hoy priorizo que coma.
Luego llega la cena. Hay días que tampoco le sale de los huevos cenar nada. Cosas que antes se comía perfectamente ahora ha decidido que no se las quiere comer. Da igual que cene solo o que cene con nosotros. Todo va al suelo. Da igual que sean guisantes, hamburguesas, aguacate. Si ese día está torcido, no cena.
Y las noches. Estoy muy hasta las narices de que me pregunten si «ya» duerme toda la noche, como si fuera una cuestión de tiempo. Hay niñxs que duermen mejor y otros que duermen peor. El mío, hasta la fecha había sido de los normalitos tirando a buenos, con su despertar para comer y poco más, pero lleva unas semanas de miedo. O se despierta gritando, o se pasa la noche enganchado al pecho o nos lo encontramos de pie asomado por la cuna a ver si ve pasar una procesión. Hay noches buenas y noches desquiciantes, parece que el término medio tampoco le ha tocado a él.
Ese es, poco más o menos, el balance del mes 1 de guardería. Nos encanta la Escoleta, nos encantan las profes, los compañeros, todo. Él está contento muchos días y allí se porta de maravilla, pero al volver a casa el tema es complicado. Además, tengo la sensación de que, entre tanto resfriado y ahora vienen puentes, no se habrá acostumbrado hasta marzo o así. Por lo menos.
Tema parte es nuestra logística familiar, ya de por sí complicadilla, que tenía que mejorar con la Escoleta pero de momento funciona igual de mal. Otro factor divertido son las abuelas, que adoran a Vampirito y aprovecharían la mínima ocasión para que no vaya a la Escoleta. Así, desde luego, no se terminará de adaptar nunca.
Sé, por suerte, que todo es cuestión de paciencia. Víctor no lleva bien los cambios y muchos de lxs niñxs que van con él, tampoco, no nos engañemos. Allí aún hay muchos que lloran, que no comen bien, que se cansan pronto. El problema es, en nuestro caso, que ha sido empezar la Escoleta y hacer las cosas que nunca había hecho o, al revés, dejar de hacer las que llevaba haciendo genial desde que nació, como eran comer y dormir.
Espero que vuestra adaptación al cole/guardería/kindergarden/escuela de genios sea/esté siendo/haya sido mucho más exitosa que la nuestra
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