Antes de ser madre, o incluso antes de enfrentarte a cada fase de este mundo enloquecido de la crianza, lo tenías todo claro: qué ibas a hacer y qué no, dónde iban a estar tus líneas rojas, cuáles iban a ser los puntos básicos de tu estilo de crianza, cómo te ibas a organizar con esa utopía que llamamos conciliación… Y luego, de repente, te das cuenta de que todas esas ideas preconcebidas y todos esos planes solo sirven para que te termines pegando cabezazos contra la pared. A la ya estresante vida de madre, le añadimos la frustración de no estar haciendo las cosas como nosotras queremos y eso nos debilita todavía más. Nos convertimos, casi sin querer, en la madre que nos trae Aliexpress y no en la que nos habíamos imaginado por obra y gracia de los filtros de Instagram.
Francamente, no tengo ni idea de quién o qué marca las expectativas que tenemos como madres. Entiendo que por una parte está nuestra experiencia como hijas que, para bien o para mal, nos condiciona a la hora de tomar determinadas decisiones. A mí, por ejemplo, me quita bastante el sueño pensar en si voy a ser capaz de transmitir a mi hijo la misma capacidad de ser responsable y consecuente que nos transmitieron a nosotros mis padres, igual que hay otras cosas que, echando la vista atrás, espero no repetir con Víctor.
Doy también por hecho que hay un punto social en las expectativas y, aunque haya unos cánones sociales establecidos, también influye nuestro entorno. La sociedad en general nos dice que debemos estar felices y radiantes por ser madres, que debemos entregarnos 100% a la crianza sin descuidar nuestra carrera profesional como si la bilocación fuera posible; que debemos cuidarnos y dedicarnos tiempo a nosotras mismas pero criando a nuestrxs hijxs como si no hiciésemos nada más y trabajando cada día como si nos fuera la vida en ello. Y, así, una serie de imposibles que lo ponen todo muy negro.
El circo se completa con un ‘Más difícil todavía’, que llega cuando los mensajes ya de por sí paradójicos de la sociedad y los que recibimos de nuestro entorno inmediato, chocan. Trabaja, pero no demasiado o dejarás a tu bebé en manos ajenas. Elige llevarlo a la guardería pero igual mejor que no vaya tan pronto. Cuídate pero no te pases de hacer deporte porque has de dedicar más tiempo a tu bebé. Cría con apego, pero no te pases o se volverá dependiente. Eso, sin entrar en algunos de los temas más escabrosos de este inframundo de la maternidad: la teta, el colecho o el BLW. O lo que es lo mismo: tu hijo está malcriado porque mama, no se irá de tu cama ni a los 18 años, si lo sigues cogiendo tanto al brazo no irá solo ni a la esquina y lo vas a matar por atragantamiento. Pero mejor lactancia materna (incluso prolongada), más contacto con los padres y mejor alimentación. Hagamos lo que hagamos, nos van a caer hostias como panes.
Por si no tuviéramos poco con nuestra propia experiencia, con las convenciones sociales y con la influencia de nuestro entorno inmediato llega el nuevo invitado estrella: las redes sociales o el mundo de color y fantasía que nos han dibujado Instagram y Pinterest, que nos traen una maternidad edulcorada, con frecuencia de postureo y llenas de sonrisas enlatadas. Pero, más allá de eso, solo vemos la parte que la gente quiere mostrar, que suele ser la bonita. Las comidas naturales y realfooders que nunca tendremos tiempo de preparar, las habitaciones perfectas y sin ninguna estridencia, las parejas solícitas que siempre están ahí, el gimnasio, las milagrosas recuperaciones postparto, las casas perfectas, la felicidad máxima al lado de nuestros bebés, las madres que nunca se enfadan y siempre sonríen. Lo malo, como tantas otras veces, queda fuera de plano.
Así que te montas la película de la madre que vas a ser e incluso llegas a creértelo. Vas a trabajar a jornada completa porque te apetece ser algo más que madre y vas a disfrutar un montón el tiempo que estés con tu hijx. Tendrás tiempo para planificar un montón de manualidades, para ir a comprar comida orgánica y de proximidad a un montón de comercios diferentes. Irás al parque, claro que sí. Ni un gramo de azúcar, ni un ultraprocesado. Siempre una sonrisa, siempre un montón de actividades diferentes con las que aprender jugando, siempre en la cama a las 21h con la cena digerida y sin mancharse aunque vayan de blanco nuclear.
Pero en el mundo real, has de tomar decisiones. Si trabajas a jornada completa, difícilmente serás esa madre que pasa las mejores horas del día al lado de sus hijxs porque muchos días estaréis los dos (o más) molidos cuando os encontréis después de trabajos y coles, guarderías o extraescolares. A veces, las duchas serán un puto infierno y no un momento genial para conectar. Conciliar será un ejercicio de funambulismo y no siempre tendrás todo el apoyo que necesitas o el que te gustaría porque, oh, querida, eres madre y, por tanto, tu crianza, tu cuerpo y hasta lo sucias que lleves las gafas, se convierten en patrimonio de la humanidad para comentar, criticar o cuchichear sin fin.
Otros días te tocará fustigarte un rato porque tu hijx no quería comerse de ninguna de las maneras la hamburguesa de quinoa con brócoli y le has acabado un sandwich mixto, la hostia de industrial todo. Y, por si no tuvieras bastante con haber sobrevivido a un día terrible y marronero en el trabajo, a atascos varios, a que tu pareja llegue a las mil y tu hijx haya llegado al final del día convertido en la versión empastillada de un gremlin malo, te tienes que dar un poco de caña por no haber hecho la cena de madre perfecta, por no haber hablado en todo momento con una sonrisa en la boca, por haberle puesto a Peppa Pig durante 10 minutos para poder cambiarte la compresa o porque tenías que llevar un postre casero a la fiesta de la Escoleta y has comprado galletas en Alcampo. La cuestión siempre es sentirte mal.
Así que sí, la maternidad era un meme hecho con el paint en el que apareces como una versión distorsionada y caricaturesca de lo que tú querías ser como madre. Esperabas un montón de recetas supernaturales y elaboradísimas y se te abre el cielo cuando das gracias de que tu hijo sea feliz con una tortilla a la francesa y un poco de tomate porque ese día no das para más. Nunca ibas a dar ni un gramo de azúcar pero el niño ya lo ha probado misteriosamente y le encanta. Ibas a tener tiempo para ponerte en forma y vas arrastrándote por ahí cada vez que te toca salir corriendo detrás de tu pequeño Usain Bolt. Ibas a seguir teniendo un montón de planes a sola con tu pareja, una vida social con niño incluido y tiempo para leer todos los libros del mundo. Pero con tu pareja hablas por Whatsapp o notas en post its, si te llevas al niño por ahí acabáis todos cabreados y lo de los libros lo intentas, pero terminas durmiéndote mientras lees. Y así, hasta el infinito.
Al final te acostumbras a todo. A hacer lo que puto puedes. A ser lo que puto puedes. ¿Y sabes qué? Que no pasa nada
Hola guapa,¿ Quien miente en ese mundo de postureo a través de fotos en Instagram, Pinterest, etc?
Ellas que tienen el doble trabajo, ser y vivir la maternidad como tú has descrito al final, y encima arreglar todo inclusive ellas mismas para salir en la foto.
Arriba las mamás imperfectas, con ojeras,pelos revueltos, tortilla francesa,y Donut.
Un enorme abrazo, porque lo que no te falta es amor hacia tu familia.