El taller de Disciplina Positiva en el que hemos participado las últimas semanas nos ha servido para tener una cosa más que clara: llevamos una vida de mierda. Y eso ya lo sabíamos, pero a veces es complicado ver el alcance de todo hasta que no te queda otra que reflexionar, porque eso es lo que tiene DP, que te toca plantearte cómo vives, cómo reacciones y una serie de cosas que no todo el mundo está dispuesto a hacer porque a veces pica. Esa reflexión, que en mi caso había empezado hace unos meses con la terapia, ha sido lo mejor del taller junto a la posibilidad de compartir experiencias con otras familias con hijos e hijas de edades muy similares a la de Víctor.
Si me pongo a escribir todo lo que tengo en la cabeza terminaré con un ensayo atropellado y no con un post de blog, así que voy a tratar de estructurarlo un mínimo para no irme por las ramas como es habitual en mí.
Pues dependerá de cada familia. En la nuestra vamos fatal de tiempo y un taller siempre es más rápido que leer, aunque no termino de ver la utilidad de hacer talleres de un tema sin haber leído antes un mínimo pero, al menos en el caso de VPadre, sin tiempo material para leer y alérgico a cualquier cosa que huela a dinámicas, a felicidad y a terapia, era necesario porque es el típico que, a las tres páginas de un libro, dice que solo hay gilipolleces y lo cierra por impaciente, porque muchas veces hay que leer mucha paja trufada de gilipolleces antes de encontrar algo interesante.
Pues entiendo que también dependerá de cada familia y de cada criatura. Yo no entiendo otra disciplina posible porque a mí ya me educaron así (eso sí, sin talleres, sin influensers, sin libros, sin barajas de cartas ni pósters) y Víctor también tenía ganas de hacer las cosas ‘de otra manera’. La ‘formación’ en DP nos ha servido para reforzar cosas que ya estábamos haciendo y para darnos herramientas que todavía no se nos habían ocurrido. Pero no tengo claro que esto sirva para todo el mundo ni que sea la única forma de hacerlo bien. Yo, de dogmas, siempre he ido más bien justa.
No, porque nosotros nunca hemos pensado que se ‘porte mal’. Pensamos que tiene menos de dos años y medio, que a veces está cansado, que le apetece vernos, que no quiere separarse de nosotros, que nota el estrés de casa. Acusar a Víctor de ‘portarse mal’ significaba no tener ni p**a idea de cómo se desarrolla un niño. Sí que va cambiando pequeñas cosas. Un ejemplo es lo de tirar cosas a suelo. Hemos ‘acordado’ que las cosas se tiran cuando no se quieren y, por tanto, todo lo que se vaya al suelo intencionadamente se irá a la basura o a gente que sí que lo quiere. Lo entiende, no tira nada. ¿Esto es una amenaza con castigo o es una consecuencia lógica? Ahí está mi mayor reticencia con la DP: a veces parece que cambiemos el nombre a las cosas para sentirnos mejor.
Y con ese tercer punto podría abrir un post independiente sobre mis reticencias con la Disciplina Positiva, que son bastantes, pero tampoco voy a ponerme con eso ahora. Ahora, mirando hacia atrás, destaco claramente tres cosas que me han enseñado mis padres con su forma de educar y no necesariamente en este orden: a ser independiente, a ser crítica y a ser consecuente. No podría comulgar con todo porque yo soy de esas personas que no comulga con nada (del todo).
El otro ‘problema’ que he visto después de este taller de Disciplina Positiva es que, al mismo tiempo que nos ‘liberamos’ de la culpa de tratar de forma autoritaria a nuestrxs hijxs, ponemos gran parte del foco en nosotros mismos y, con ese foco, nos cargamos de culpa. Hemos analizado mucho cuáles son los momentos críticos de Víctor y siempre son más o menos consecuencia de problemas con las rutinas. Los problemas de las rutinas del niño son un problema generado por nuestras rutinas. Nuestras rutinas son un problema generado por nuestros trabajos. El problema somos nosotros.
Llegamos agotados al final del día, con la doble presión de sacar el día adelante y no perder los nervios en ningún momento. No nos podemos ‘destapar’ en jerga DP. Respiramos hondo, nos lo tragamos todo, tenemos que ser mejores para poder actuar de otra manera. Yo esto no lo compro, la verdad. También puede ser una interpretación mía, que estoy programada desde mi más tierna infancia para ponerlo todo en duda. A mí me parece que solo se puede ser así de sonriente y maravilloso cuando tus días transcurren en una sesión de fotos de un banco de imágenes. No creo que se pueda estar siempre así de bien, llevar siempre este nivel de autocontrol e incluso de culpa.
Volvemos a nuestra casa. Víctor es un niño que no tiene ni ha tenido grandes rabietas, podríamos pensar que nos lo pone fácil y es relativamente sencillo aplicar algunas estrategias de DP que nos interesan. Empieza a razonar lo suficiente para entender algunas consecuencias (no voy a decir que lógicas), empieza a responder cuando le das opciones y va entendiendo el rollo de los relojes de arena (“jugamos con las bolitas hasta que se acabe el reloj verde y luego nos vamos al cole”). O sea que hasta ahí, todo más o menos bien. Otras cosas directamente no me gustan. O a él. Si le pregunto si necesita un abrazo se ríe de mí porque en eso es igual que nosotros.
La cuestión es que más veces de las que nos gustaría lo que pasa en casa es lo siguiente: Son cerca de las 19. Yo acabo de llegar y Víctor está muerto de hambre. Estoy agotada porque me he levantado a las 6 para poder tenerlo casi todo preparado cuando él se despierte. Le pido que me acompañe a la cocina mientras le preparo la cena. Empieza a abrir cajones y a pillar cosas que no debe comer en ese momento (1). Si no es demasiado inapropiado, le dejo una pequeña porción mientras preparo la cena (2). Si es demasiado inapropiado le doy una alternativa ‘saludable’ que a veces cuela Voy haciendo la cena al mismo tiempo y luego tenemos una pequeña ‘negociación’ para ir a la trona, porque prefiere cenar de pie o jugando. Se sienta en la trona. Empieza a cenar, a veces muy bien, otras se aburre y quiere jugar (3). A veces llega su padre a mitad cena y entonces no quiere continuar cenando porque quiere jugar con él. Si la cosa se vuelve insoportable, juegan un rato. A veces se baña mientras yo preparo nuestra cena, que siempre es Víctor-friendly porque, oh, sorpresa, generalmente quiere volver a cenar con nosotros. Otras veces quiere irse a dormir justo al salir del baño (4). Irse a dormir significa contar unos cuantos cuentos o, de repente, decidir que ya no quiere dormir, sino tocar el ukelele… Y así cada día. Ahí vemos bastantes situaciones en las que intervenir: 1- cambiar el orden de los alimentos para evitar ese conflicto y a esa hora; 2- Tratar de tener la cena preparada o semi preparada porque a la hora de cenar estamos solos; 3- Esa cena semi preparada me permitiría también evitar el aburrimiento porque lleva comiendo más tiempo del que a mí me parece; 4- Es complicado que se vaya a dormir todos los días a la misma hora y después de hacer las mismas cosas si no somos capaces de llevar unas rutinas por cómo y cuándo llegamos a casa. Excepto reordenar los alimentos, el resto de ‘problemas’ son de rutinas o de la imposibilidad de tenerlas. Y, ojo, que para vivir tan a salto de mata llevamos las cosas francamente bien la mitad de los días.
Conclusión, que parece que no llegaría nunca, que vamos a coger lo que nos encaja de la DP y lo aplicaremos como-puto-podamos. Vamos a evitar esas cosas que nos generan dudas (consecuencias ‘lógicas’) y vamos a evitar más y más y más y más y más culpa porque ya está bien. Cuando todo fluye rara vez necesitamos técnicas porque todo fluye.
Para terminar, otra valoración personal. A mí cualquier cosa que huela a influenser me da repelús y esto de la Disciplina Positiva es como uno de los musts del influensserismo maternal del momento. Quizá por eso hicimos la formación con una empresa local, cero ínfulas, cero tontería, mucha proximidad, familias muy majas, formadora muy realista, un par de semanas entre sesiones para ‘madurar’ lo que habíamos hablado y la posibilidad de refrescar conocimientos en un tiempo. Muy recomendable, la verdad.
Hay comillas por todas partes, voy a morir empachada de comillas.
Y, ahora sí, voy a tomarme un café y a seguir currando.
En la foto, Víctor uno de esos días que ‘decide’ bañarse antes de las 8 de la mañana y yo le dejo para aligerar el final del día.
(Escribir este post me ha costado aproximadamente dos semanas)
¡Hola!
Enlazando con tu última frase del post, a mí me ha costado 15 días encontrat un momento tranquilo para leerlo desde que lo abrí en mi navegador… Eso sí, me lo he leído del tirón. Yo me inspiro en la Disciplina positiva porque aunque a mí no me educaron así, cuando pensaba educar asíami hijano me gustaba unnpelo y no me cuadraba nada.
Comparto contigo que las consecuencias recuerdsn s veces al castigo tradicional pero en bonito. Pot otro lado, poner el foco en mí no solo no me llena de culpa si no que me ha liberado de ella. Quizá lo entendemos diferente o estamos hablando se distintas cosas, pero las cosas que estoy descubriendo de mí misma gracias a esto es lo que está siendo más impactante de todo el viaje.
Un abrazo y fueza!