Nunca me ha hecho especial ilusión parir, ya podéis lapidarme. Ser madre sí, si no, no me hubiera metido en un tratamiento de reproducción asistida con el desgaste físico, mental y económico que implica. Pero el embarazo y el parto eran cosas que me acojonaban. El embarazo ha sido una experiencia sorprendentemente buena, cuando termine y sea capaz de tener una visión global le dedicaré un post. El parto, en cambio, me impone muchísimo y las clases de preparación me han ayudado solo hasta cierto punto porque me han hecho ver que no estoy nada preparada para el ‘gran día’.
Hablan de trabajo de parto, de que equivale a caminar como media maratón y hablan de lo bien que va la gimnasia. Yo llevo seis meses de reposo relativo y sin caminar y estoy de todo menos en forma, cuando antes del embarazo corría 10km un par de veces por semana. Ahora, si camino 200m me duelen las piernas. Me acojona mucho el lado físico del parto, no poder soportar los esfuerzos después de casi un año sin mover un dedo.
La respiración y tal. Fui a una sesión práctica de parto y nos contaron cosas que ya no recuerdo. Entendí que las que van a gimnasia sí que practican la respiración, pero como yo no puedo hacer gimnasia por el cerclaje, pues me quedo con aquella sesión de hora y pico y poco más. Seguro que llega el día y no me acuerdo de nada. A veces intento recordar las respiraciones haciendo el loco en mi casa, pero eso, igual solo estoy haciendo el loco.
Mi falta de información. Ya he contado que en todo momento he prefiero ir de analfabeta y no saber qué viene después, pero ir a las clases de preparación al parto me ha hecho ver que soy una pardilla de campeonato, que apenas me he informado de nada. Entre que no consigo cerrar el curro para poder cogerme la baja, las movidas varias de salud familiar, etc, casi se me ha olvidado que este bichejo que me despierta por las noches con sus patadas tiene que nacer en algún momento. La matrona decía que conocer lo que vamos a vivir nos hace estar más seguras. A mí conocer que no conozco nada me ha disparado las inseguridades.
Y también está el convencimiento que terminaría en cesárea. Ya lo conté, entre la placenta previa y que luego estaba de nalgas, pues pensaba que no tendría que preocuparme por parir. Las últimas ecos voy pensando que se habrá girado otra vez, pero nada, en cuanto me hacen la eco vaginal para vigilar a Dionisio (mi cérvix, os recuerdo) ya se le ve la cabeza. No es que quiera cesárea, eh. Simplemente pensaba que mi parto sería programado (como casi todo en mi vida, vaya) y eso me daba cierta sensación de seguridad.
Así que ahora me veo a poco más de tres semanas de mi fecha probable de parto, a unos días que me quiten el cerclaje, sin tener ni puta idea de nada y acojonada como un pollo porque a este ritmo tampoco sé si voy a tener tiempo de llegar a informarme y tranquilizarme. Al menos, con eso de ir etapa a etapa no me planteo el acojone del post parto, eso ya llegará en su momento. ¿Soy la única pringada que tiene esta sensación de desconcierto total?
(La foto creo que es del día que volvíamos de la farmacia con todo lo que habíamos comprado para el bebé. El portal seguro que nos delata, aunque tampoco es que me esconda demasiado jejeje)