Tendría que darse un milagro extraordinario para que Víctor tuviera algún hermano o hermana en esta vida. Esto que acabo de escribir de sopetón es, en realidad, una forma de duelo. Quizá es un duelo atenuado, pero hay una ausencia, hay ropa que evacuas de tu casa lo antes posible para no tener que pensar en qué hacer con ella, hay muchas cosas que vives con intensidad porque sabes que nunca van a repetirse. Esto que he escrito de sopetón es también algo que puede sonar hasta mal cuando sabes lo que es la infertilidad. ¿Qué hace esta, que ya tiene un hijo, diciendo que no tener más es otra forma de duelo? Vencer esa sensación de ser egoísta por sentirme mal es, quizá, lo que más me ha ayudado a poder escribir por fin este post.
El lunes tuve revisión con el ginecólogo. Citología bien, mamografía bien, analítica bien… Y nos vemos en febrero a no ser que antes me pique todo y decidamos intentar tener otro hijo. Lo que me gusta de mi ginecólogo es que las cosas se hablan directamente. Hace meses le dije que no íbamos a hacer ningún otro tratamiento y me dijo que cosas más difíciles se han hecho. Lo entendió. El lunes le pregunté directamente si otro embarazo implicarí casi otro año de mi vida en reposo y me respondió con un ‘sí’ rotundo. Mi cérvix maltrecho necesitaría un pesario para evitar un parto prematuro y, sobre todo, reposo. Porque el gine me conoce después de tantas batallitas y sabe que mi ritmo de vida es incompatible con otro embarazo con riesgo moderado. Llamé a VPadre, se lo conté todo y seguimos como si nada. En el fondo, la decisión estaba tomada desde hacía tiempo.
Factor 1: el tratamiento
Incluso antes de nacer Víctor teníamos claro que no volveríamos a hacer un TRA por dos razones: la primera son las escasísimas posibilidades de éxito y la segunda, directamente relacionada con la primera, el dinero. Si la pulvericé las estadísticas una vez, no voy a volver a hacerlo. Hacer ciclos y ciclos de de estimulación para acumular óvulos no se plantea. La ovodonación, tampoco. Cuando Víctor estaba alrededor de los 6 meses decidimos invertir en el piso, sabiendo que eso implicaba decir adiós a cualquier otro tratamiento. Volver a pasar por todo ese proceso con lo que desgasta económica y anímicamente sabiendo que es prácticamente imposible conseguirlo y sabiendo que nos viene fatal de dinero es una experiencia por la que no queremos pasar. Fin. Tampoco necesito justificar por qué no quiero una FIV con donación de óvulos. No quiero una FIV y punto. El problema no es de la procedencia de los óvulos, es de la incertidumbre.
Factor 2: el reposo
Al factor 1 le añadimos que quedarme embarazada supondría volver a estar unos 7 u 8 meses sin salir de casa y sin alejarme del sofá. Eso, si hay suerte y no me toca reposo absoluto. Eso, con un niño muy pequeño. El trabajo, en realidad, no es problema porque puedo hacerlo desde casa, pero todo lo demás sería imposible. Necesitaríamos a una persona casi de forma permanente para hacerse cargo de todo, sobre todo de Víctor, un niño que a veces desborda con su intensidad. Una persona que, de nuevo, habría que pagar.
Factor 3: la edad
Los dos factores anteriores tienen una solución buena: el tiempo. Te das un tiempo para intentarlo de forma natural, para que Víctor crezca algo más, empiece el colegio y te dé un poco de aire. Ya no está el gasto de la Escoleta y un tratamiento o una persona que eche una mano en casa muchas más horas empiezan a ser planteables… Para entonces yo tendría ya unos 43 años y es muy posible que, para entonces, esté mucho más cerca de la menopausia que de tener un segundo hijo. La edad, al final, es la clave. Sé que en un par de años me arrepentiré de haber escrito todo esto, sé que muy posiblemente querremos tener otro hijo cuando ya sea del todo imposible pero la vida, me temo, es la que es.
Los comentarios bienintencionados
Igual que, cuando estás intentando quedarte embarazada, hay gente que te dice con toda su torpeza y su buena intención que conoce a alguien que se relajó y se preñó, la inexistencia de la operación hermanito tiene también un montón de comentarios que, queriendo ayudar, te aniquilan. Que no pasa nada, que ya tienes uno. Que ahora que ya has tenido uno seguro que el milagro viene fácil. Que primero venga el embarazo y luego ya verás cómo resolverlo. Que lo financies, que total se paga poco a poco. Que te esperes un par de años y luego vayas a ovodonación… ¿Alguien piensa que todos esos escenarios no los hemos tenido en cuenta? ¡Pues claro que sí!
Nosotros sabemos que es muy complicado que lleguemos a tener más hijos y lo llevamos bien aunque algunos días pica, pero lo que realmente pica es saber que tú no tienes absolutamente ningún poder de decisión sobre tu propia vida y sobre tu propio cuerpo porque la infertilidad, que se ha aliado con el paso del tiempo (todo el que te pasaste intentando algo que no conseguías nunca) te la ha robado. Eso, si es que alguna vez tuviste algún poder de decisión sobre tu propia vida.
[…] No vamos a tener más hijos. Ese detalle aparentemente sin importancia condiciona muchas cosas, como querer exprimir la experiencia al máximo. […]