Hoy que mi bebé cumple dos semanas de vida era mi fecha probable de parto. Me encanta quedarme atontada mirándolo, ver sus caras o cómo cada día tiene pequeños cambios, pero mentiría si dijera que no me hubiera gustado vivir esas dos semanas ‘extra’ de embarazo. Nunca pensé que me pasaría, pero sí, echo de menos el embarazo. Y también tengo claro que muy probablemente no sea yo la que habla, sino mis hormonas.
Todo esto era una sospecha que pude comprobar el jueves, cuando fui a la revisión del ginecólogo para que me viera los puntos. Hace 16 meses entré por primera vez en su consulta con una lesión chunga en el cuello del útero buscando un médico que me operase y me llevase a partir de entonces y, poco más de un año después, soy madre. Fue una visita que sonaba a despedida aunque tenga que volver en un par de meses, fue cerrar definitivamente el ciclo que abrimos resolviendo de una vez el problema del cuello, diagnosticando la infertilidad, teniendo toda la suerte del mundo en el tratamiento y viviendo un embarazo con pequeños sobresaltos.
En preparación al parto nos hablaron de la tristeza (que no depresión) postparto o baby blues y me parecía muy marciano que se pudiera sentir tristeza después de tener a tu hijo por fin, pero yo me he pasado un par de semanas así como tristona y solo se me ha empezado a pasar al reconocerla y llorar un ratito. El embarazo ha sido para mí una etapa muy, muy feliz de mi vida. No he dejado que las molestias, el reposo o las complicaciones me fastidiaran esos meses tan especiales y reconozco, eso sí, que la primera parte se me hizo muy larga. En realidad no echo de menos todo el embarazo, echo de menos el tercer trimestre.
Para no liarme, lo intentaré hacer por puntos:
Así que mis hormonas y yo estamos intentando adaptarnos a la nueva situación. Ya no hay bebé dentro de mí, ni barriga que no me deja dormir, ni complicaciones en el embarazo ni tampoco ardores de estómago que apenas me permiten comer. Me auto convencí de que no daría a luz hasta pasada la semana 40 y estas dos semanitas que el bebé se adelantó me pillaron con el pie cambiado, sin tiempo para apurar esos últimos días de embarazo tan llenos de sensaciones y de impaciencia. Ahora hay, en cambio, un glotón que ha subido casi medio kilo en la semana que lleva en casa y que se ha convertido en el centro del universo y ahí no hay espacio para la tristeza.