El pacto de la litera

Enviado por: Li junio 14, 2022 No hay comentarios

Nos sabemos la teoría, cada vez menos pero nos la sabemos. Es posible que nos sepamos tantas teorías que por eso acabamos transitando por esto de la maternidad como pollo sin cabeza. Sabemos lo que dice la teoría pero también sabemos que nuestras criaturas se la pasan por el forro, pero la teoría dice esto. Y ahí estamos, desorientadas, buscando normas o un manual mágico que nos dé la respuesta. Una respuesta que, evidentemente, no existe.

Intentamos aquello de la Disciplina Positiva y nos dimos cuenta de que hacía falta dedicar casi toda tu energía a algo que difícilmente funcionaría en aquel momento porque, oh my god, dos años y medio tenía la criatura. Ni pactos ni leches. Y ese ritmo de mierda que llevamos nosotros se juntó con un carácter, que cada día asoma más, digamos que exigente. Como nos dijo su tutora, Víctor es un niño muy independiente, que tiene muy claro lo que quiere y, lo que es peor, cómo conseguirlo. Inciso: cómo conseguirlo de las personas mayores.

En abril hizo un año de la muerte de mi padre. Los meses anteriores y los posteriores fueron de desconcierto y tristeza. De dormir con el móvil conectado o de pasar mucho más tiempo en casa de mi madre, donde las normas no eran prioritarias en medio de un duelo que, no por haber anticipado, dejaba de ser achicharrante en el verano de 2021. Empezó el cole. Víctor llegó hecho un niño salvaje. Los horarios, las normas, todo lo que había medio funcionado en casa hasta aquellos meses finales, era un espejismo. Otra vez ‘castigos’ en el cole, en el gimnasio, en el comedor.

No quería dormir solo después de un verano de dormir con su abuela. No quería terminar las cosas que empezaba, quería que todo se hiciera como él quería y cuando él quería. Llegó el desquicio, claro que llegó, con jornadas laborales eternas y muchas horas con abuelas y abuelo. De fondo, como siempre, la culpa. El «Si yo estuviera más tiempo con él…».

Lo que hicimos entonces fue saltarnos una de las ‘normas’ que nos dieron en aquello de la disciplina positiva. O igual no tanto, a saber. Una recompensa. A largo plazo. Que fuera el final de un proceso. Una litera. En la litera duermen niños y niños mayores que hacen cosas de niños y niñas mayores. Una litera es independencia porque no puede subir papá ni mamá. Es la responsabilidad de hacerse la cama porque no llegamos nosotros (yo, desde luego, necesito una escalera). Es perder el miedo a hacer las cosas solo.

La litera fue un trabajo de constancia por parte de todos. Empezando por nosotros, que dejamos de usar el cansancio como excusa para meter al niño con nosotros en la cama. Porque sí, estamos agotados, pero es lo que hay. Y él, que por ganas que tuviera de dormir con nosotros, también quería la pegatina de dormir solo. Fue un trabajo de paciencia. El niño tenía la meta clara, pero no siempre era capaz de ver el medio plazo. Aquí y ahora. Quiero cama de mamá y dibujos. No quiero la litera un día antes, lo quiero todo y lo quiero ya.

Y funcionó. Funcionó tanto que, al terminar el panel de pegatinas, le dio la vuelta y dijo: ‘¿y qué hacemos ahora?’ (de momento, nada, por cierto). Igual soy yo, pero me parece muy cínico que personas adultas que trabajamos por dinero pretandamos que las criaturas lo hagan todo de buen grado porque ‘portarse bien’ mola o por el bien común. Pero, de nuevo, supongo que hay un término medio entre la gratificación inmediata y promesas que no se cumplen. Nosotros aprovechamos algo que íbamos a hacer igual (cambiarle la cama) para implicarle y buscar un reto a medio plazo que terminara por generar rutinas. Ahora las tenemos.

Ha sido posible gracias al niño, pero no a su capacidad ni a su voluntad, sino a su madurez. Ha sido posible cuando ha sido posible porque él había madurado lo suficiente para entender las cosas. Tenemos un problema con Víctor y las normas: si no las considera justas y lógicas, no las acepta. Las discute todas. Ahora empieza a entender que algunas normas son absurdas pero hay que cumplirlas. Y, lo mejor, cuando negociamos y luego quiere incumplir su compromiso, reflexiona, es consciente de que había dicho otra cosa y recula. Pero, repito, no es mérito, es tiempo. Y con el tiempo acabaremos hasta los cojones de la litera, lo sé, pero hoy nos hace felices a los tres por lo que significa y eso es lo que cuenta.

Autor: Li

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