Un día de estos de calentón (el 90% de mis días) dije en un stories de Instagram que la corresponsabilidad era más fantasía que una hibridación imposible entre un unicornio y un gamusino. Los unicornios están muy de moda pero yo, que soy bastante más de campo, siempre he sentido fascinación por los gamusinos. Pierdo el hilo.
El mes de septiembre está siendo terrible por una mezcla entre la carga de trabajo y las complicaciones logísticas de la adaptación de Víctor a la Escoleta (otro post pendiente) y eso hace que mi rutina sea todavía más frágil y que me esté tocando trabajar todos los fines de semana.
Antes de que cualquier persona que me lea empiece a maldecirme, voy a dejar claras unas cosas: Sé que soy muy afortunada porque los dos tenemos trabajo, porque tenemos una familia que nos apoya y por mil cosas más, pero eso no quiere decir que no nos agobiemos, que no vivamos al límite y una serie de circunstancias que nos pasan a muchas personas.
Creo que he contado más de mil veces que nuestra situación es la siguiente: VPadre trabaja todo el día fuera de casa (todo el día es de 7.20 que se va a cerca de las 20 que vuelve) y yo tengo flexibilidad aunque trabajo teóricamente a jornada completa. El resultado de todo esto es que yo atiendo sistemáticamente temas del bebé o de la casa en horario laboral (recogidas de la guardería, lavadoras, compras, etc) entendiendo por horario laboral todo lo que va de 8 a 17. La consecuencia es que me toca trabajar los fines de semana, facturar menos o dormir menos (aún). Reducirme la jornada no se contempla a día de hoy con 2 hipotecas, podría suceder en unos meses cuando alquilemos el piso actual y pueda aligerar, pero me gustaría ser capaz de organizarme lo bastante bien como para no tener que hacerlo porque, en serio, me gusta mi trabajo
Aquí es donde entra el proyecto Gamucornio, que va a empezar por una fase de observación: anotar diariamente qué tareas que deberían ser compartidas con VPadre tengo que asumir yo en horas de trabajo y cuánto tiempo me restan. Eso me permite, por un lado, estimar cuánto tiempo voy a tener que pringar esa noche y/o ese finde y, por otro, permitirá que el ingeniero cuadriculado con el que convivo, pueda ir viendo cómo cuadrar esas tareas a lo largo de la semana, cómo delegarlas o cómo optimizarnos para poder hacerlas sin que suponga un problema. Por ejemplo: una lavadora yo sola con el bebé a primera hora de la mañana es una puta locura. Tal vez por la noche, con secadora y doblándolo todo antes de que el niño se despierte sea una forma más racional de hacerlo.
Este post cuadra perfectamente con mi nuevo proyecto de blog, porque yo quería mutar de nuevo este blog porque sí, la maternidad era esto, pero la vida también era esto. Después de un año, estoy francamente cansada de ser madre por encima de otra cosa y llega el momento de ser persona antes. Ahora solo necesito tiempo para poder reorganizarlo todo y eso, obviamente, depende del éxito del proyecto Gamucornio y de que todas esos días-de-mierda-y-atropellos me permitan tener, como mínimo, el cuartito de hora que me lleva escribir un post sencillito y sin pretensiones.
En la foto, una definición gráfica de mi vida en estos momentos: Víctor y el portátil
Y para no perderme con excels ni leches, iré poniendo en Twitter el tiempo que he ‘perdido’ con tareas compartidas:
El proyecto Gamucornio o cómo saber cuánto tiempo en tareas que debería ser compartido se come servidora 🔽 https://t.co/AvmgovqtR5
— Li (@quierouncactus) 27 de septiembre de 2018