La paradoja del arroz con calabaza

Enviado por: Li noviembre 27, 2018 No hay comentarios

Teníamos planes. Esos planes que implican salir cargados como mulas, planificar desplazamientos, llevar la bolsita mágica de la comida. Teníamos planes y yo me empeñé en hacer un arroz con calabaza para el niño porque no quería que el hecho de que nosotros tuviéramos planes le condenara al potito industrial uno de los pocos días que no va a la Escoleta.

Hice el arroz con el mismo ceremonial que mi padre hace una paella, solo que yo usé caldo de brik para adelantar trabajo. Un sofrito con las verduras y la carne, un par de vueltas al arroz y unos 20 minutos de cocción… En total me había llevado una hora hacer el maldito arroz y, en ese tiempo, Víctor se había dormido en brazos de su padre. Con eso, cambio de planes. Salir tarde de casa, arriesgarnos a que se le pasara la hora de comer… En fin, lo clásico con un bebé.

Entonces me quedé mirando el arroz y me pregunté si merecía la pena. Me encanta cocinar pero ¿merece la pena perder una hora de estar con mi hijo un domingo para hacerle un arroz de calabaza cuando podía haber sacado cualquier cosa del congelador y salir corriendo? Quería hacerle algo especial, pero sigo sin tener claro si para él es más especial un arroz que se va a comer frío por mucho que lo metamos en el termo o tener una hora para jugar tranquilo con su madre.

Es la misma pregunta que me hago con el trabajo, con la casa nueva. Estaría bien preguntarle a mi hijo si prefiere una casa más grande o más tiempo con sus padres y me temo que, si le preguntáramos y pudiera respondernos, viviríamos más apretados pero menos agobiados.

 

(En teoría no iba a volver a actualizar hasta que tenga esas dos horitas para terminar los cambios pero, como no las tengo nunca, aquí sigo yo…)

Autor: Li

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