Vampirito va a cumplir 10 meses y seguimos con lactancia materna, algo que nunca me hubiera imaginado. Está resultando una de las experiencias más fascinantes de la maternidad y también una de las más jodidas. Estoy muy, muy contenta de haber llegado hasta aquí y supongo que seguiremos durante un tiempo más. Sin embargo, ni todo ha sido fácil y maravilloso ni he encontrado una experiencia mística en amamantar a mi bebé. Eso sí, lo volvería a hacer un millón de veces.
Cuando llegamos a los 6 meses, hice un post resumen de esa experiencia así que voy a intentar no repetirme demasiado porque yo soy de las que se tiene que releer para no volver a escribir exactamente lo mismo.
Ahí van mis cinco puntos que nadie me contó o nunca me hubiera imaginado.
- Las crisis de lactancia, cuando te tocan, son muy jodidas. Víctor estuvo en crisis de los 3 a los 4 meses a partir de un resfriado y pensaba que no se terminaría nunca. O tienes mucho apoyo o eres extraordinariamente cabezona o lo acabas dejando. Conté la crisis aquí casi en directo: Cuando se resfrió y no sabía si no comía por molestias o por crisis; cuando estaba tan histérica que salí a correr y aún no se me ha recuperado la uña del dedo; cuando hice una recopilación de todas las cosas que no mola nada que te digan durante una crisis de lactancia; cuando pasaron los mocos y el tema empezó a mejorar y cuando la di por zanjada. No le deseo la crisis ni a mi peor enemigo.
- Empecé a ser mucho más feliz con la alimentación complementaria. Llega la velocidad de crucero, no tener que estar todo el día pendiente del niño, un poco más de libertad… Y no tener tan pendiente de la lactancia hace que disfrutes más cuando toca. Si es que lo disfrutas.
- Sigo sin encontrar la conexión mística que no tienen los niños de biberón. Mi hijo se iría detrás de cualquiera que le dé un yogur natural. Quizá por eso, porque no es un niño para nada teta-dependiente, disfruto los momentos de darle el pecho como momentos de tranquilidad él y yo, pero no porque fluyan rayitos especiales de amor, sino porque no puede estar jugando o tocando las narices al mismo tiempo.
- El sacaleches es el mal. He decidido no sacarme más leche a no ser que mis pechos estén a puntito de explotar o que tenga que dejar leche para hacer algo que disfrute como irme a un concierto.
- No me siento mejor madre por dar el pecho. Me he peleado, y mucho, por la lactancia, pero no por la de nadie más, solo por la mía, porque ha sido mi opción y he querido ser consciente con ello. Pero el hecho de que yo haya currado desde casa, me haya exprimido las tetas casi a diario etc no me convierte en mejor que nadie. También es cierto que yo no estaba dispuesta a renunciar a mi vida para amamantar y he sido muy pragmática.
Y bonus track: nunca me han mirado mal por dar el pecho en público, aunque también es cierto que no soy demasiado exhibicionista (en sentido figurado, que no se me alborote nadie). Vampirito es un niño ultra curioso y darle el pecho en un bar o en un centro comercial es una tortura porque él quiere estar atento a todo. Ahora ya hemos llegado al punto de mamar sentado
Esta es mi aportación a la semana de la lactancia materna, algo heterodoxa pero muy real
(En la foto, Víctor merendando ayer en pijama. Hacía mucho calor y estábamos en casa encerrados con el aire acondicionado. Solo quería leche, pero le daba igual pecho que mi leche descongelada y de la nevera).
La mía en cuanto empezó con la alimentación complemetaria no qería saber nada de la leche. La comida en trozos era mucho mejor y ya si le pones un yogurt natural… le encantan.
A Víctor le pasa algo parecido… Durante el día solo quiere pecho si está blandito porque le duele la boca o algo, pero como tenga algo mejor que hacer, ni caso al pecho. Y lo mismo, si ve un yogur fresquito de la nevera no hay teta que valga 🙂