Engordé muy poco durante el embarazo. No es que me preocupara mi aspecto en absoluto, es que todo me daba ardor de estómago. Sin embargo, fue inevitable tragarme algunas perlas del género señora/señoro como: «es que las de ahora solo os preocupáis de estar flacas y no de alimentar a vuestros bebés». En fin. Luego parí y a los 10 días estaba ya en mi peso de antes del embarazo (pero no de la FIV, las hormonas me hincharon un poco).
Toda el hambre que no tuve durante el embarazo apareció de sopetón con el postparto. Solo tenía ganas de comer y de beber. Cada vez que daba el pecho me bebía medio litro de agua. Comía de todo y mucho, hasta el punto que nadie se creía las cantidades que estaba comiendo. Y no engordaba un gramo. Nada. Rocé incluso mi peso de antes del tratamiento.
Pero Vampirito fue dejando de ser Vampirito, llegó la alimentación complementaria y él se enamoró perdidamente del aguacate, del mango o del arroz con tomate. Él mismo ha ido pidiendo cada vez menos pecho hasta el punto que nos hemos plantado en una especie de destete diurno y feliz. Él reclama su dosis por la tarde/noche, alguna vez durante la madrugada y al despertarse. Pero poco más.
Así que, con muchísima menos lactancia, mi cuerpo ha empezado a hacer de las suyas. He engordado 1kg casi sin darme cuenta y sin cambiar de hábitos. Claro, me he acostumbrado a comer un montón sin tener nada de tiempo para hacer ejercicio y el rollo fofisano se me empieza a ir de las manos. Dejando claro, of course, que estoy bien de peso, que no me tengo que preocupar por esas cosas y bla bla bla… Pero igual que decía hace unos días que tengo la sensación de estar cerrando un ciclo a medida que se acerca el cumpleaños de Víctor, también empiezo a querer recuperar el control de mi cuerpo, intentar hacer algo de deporte, ¿verme bien? Si lo consigo, sé que como castigo volverá la regla. Es así de perra.
Como siempre, recibimos mensajes contradictorios. Por una parte, una vez han pasado un par de meses del parto tienes que estar estupenda. Vemos que supermodelos ponen fotos en Instagram etiquetando como belleza real algo que, seamos sinceras, no lo es. Que sí, que se ve un mm de grasa o una sombra de celulitis y un poco de tripa fofa… Pero eso no es lo normal. Y, por otro lado, mensajes que te dicen claramente que no te preocupes por tu físico, que te centres en la crianza, que nada de ser esclava de tu aspecto y, de nuevo, bla bla bla. Como siempre, nos perdemos el término medio. Ha pasado casi un año de no preocuparme demasiado por mi aspecto (no me maquillo, no llevo tacones, ni siquiera me pongo lentillas) y ahora me apetece volver a hacerlo.
Mi cuerpo postparto está fofo, desproporcionado (a veces creo que tengo más barriga que embarazada de 20 semanas), aburrido, desgastado, desubicado. Mi ropa de antes del embarazo me cabe pero no me queda bien porque las cosas no están en el mismo sitio y la ropa del primer invierno fue de supervivencia, mucha prenda malilla porque, total, iba a acabar perdida de leche. Primando la comodidad, porque la vida no me da para conjuntos ni para zapatos de tacón, volveré a encontrar mi sitio. Volveremos, que mi cuerpo también quiere encontrar el norte.
Yo durante el embarazo no engordé casi nada hasta que me pusieron en reposo absoluto, pero 1 mes después del parto perdí como unos 10 kg, pero no sé que pasó que en un año recuperé esos 10 y engordé unos cuantos más.
No me importaba mucho, pero cada vez me siento peor conmigo misma. Sé que tengo que empezar a hacer dieta y deporte, pero nunca he hecho ninguna de las dos. Siempre he comido lo que quería sin engordar ni un gramo así que…
Tengo en mente empezar a hacer bici en cuanto baje el calor y se pueda salir a la calle sin morir en el intento y con respecto a la dieta estamos controlando las grasas y para cenar siempre lijero. Menos el sábado, ese me salto la dieta, por que si no… muero.