¿Un poco de luz?

Enviado por: Li marzo 11, 2019 No hay comentarios

La semana pasada fue la peor en mucho tiempo. La peor laboralmente, porque hice una cagada con un cliente que tengo que pagar de mi dinero que no es sino la consecuencia de ir todo el día de un lado a otro, todo el día pendiente de todo y otra serie de catástrofes que paso de enumerar porque me releo y me agoto hasta a mí misma. El tema es que esa cagada marca, para mí, un punto de no retorno y una etapa nueva que espero que se llegue a convertir en, por fin, una metodología de trabajo decente.

Tengo pendiente explicar desde hace muchos meses mi modelo de conciliación, pero nunca encuentro el momento porque eso implica reflexionar y yo de tiempo para discurrir voy más bien justa. En resumen: soy autónoma, trabajo mucho para una empresa grande, un poco menos para mi propia empresa y cero para mí misma. Mi marido está todo el día fuera. Mi hijo va a la Escoleta de 8 a 15. Tenemos una persona que viene a casa un día a la semana. Todo eso metido en una coctelera es un puto caos.

Hace semanas que, en lugar de ofuscarme tanto con sacar el trabajo, me he dedicado a observar de dónde vienen mis atascos y mis agobios y ahora lo veo claro:

  • Los días con agujeros. Son esos días que tengo que ir yo o llevar al niño al médico, que tengo reunión o fiesta en la Escoleta, que tengo reuniones de trabajo… Los agujeros son todas las cosas que me impiden producir en horario laboral. Una semana con muchos agujeros es un desastre.
  • Los contenidos. Cada vez redacto menos contenidos, en gran parte porque me bloquean mucho. No es lo mismo sentarme mi descanso de 15 minutos a escribir este blog que documentarme, redactar, organizar, mandar a validar. Y eso que soy rápida de cojones. Redactar contenidos para clientes me estaba generando bloqueos muy gordos porque no soy capaz de sacar horas seguidas y, por tanto, era muy poco productiva. Poco a poco, esas tareas las estoy delegando.
  • Los ‘yo te ayudo’. Servidora se perdió el capítulo de Barrio Sésamo que enseñaba lo que era la asertividad y siempre dice que sí. ¿Qué pasa en el mundo real? Que mi prioridad son mi familia y mis clientes, así que todos los ‘yo te ayudo’ se quedan en un rincón, nunca los hago y me enfado conmigo misma. La ONG va a cerrar sus puertas en breve por el bien de mi salud mental.
  • La logística. Coger el coche me condiciona el día. Mi hijo tiene la Escoleta fuera del centro y yo el despacho en el centro. Si llevo al niño a la Escoleta, aparcar por el trabajo me puede costar o mucho tiempo o mucho dinero, así que tengo que cuadrar ir al despacho con los días que lo lleva mi suegro. Volver a casa entre las 15 y las 17.15 teniendo cinco colegios alrededor implica pasar algunos días más de 50 minutos intentando aparcar (en mi horario laboral, con mi consiguiente ataquito de nervios). Y así, un sinfín de condicionantes logísticos.

Visto todo esto, me he organizado el calendario de manera que el lunes trabajo en casa, martes y viernes en la otra empresa y miércoles y jueves en mi despacho. Si hay agujeros previstos, evito reuniones, comidas y planes que no me permitan sacar la semana. Los ‘yo te ayudo’ son prioritarios ahora mismo para quitármelos de encima y empezar de cero sin ellos porque no me da la vida para más. Cada día, repito frente al espejo: «me encantaría poder ayudarte, pero en estos momentos es imposible por mi carga de trabajo». En serio, cada-puto-día. Y la logística la encajo como puedo. Venir más tarde a casa para intentar estar con el niño desde que llegue y sacar la jornada del tirón aunque coma delante del ordenador son las claves para no tener que acabar pringando el fin de semana y cagándola sin parar muy  a mi pesar.

La foto es de la semana pasada, desayunando en mi despacho. Hacía tres semanas que no iba. Cada vez que la logística se desconjunta, lo paga mi empresa.

Autor: Li

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